lunes, 3 de junio de 2013

La única libertad posible



En una vieja entrevista Borges afirmaba que la letra de una milonga suya decía: “Nada como la muerte para adecentar a las personas”, se refería a su odiado Perón; luego, ácido como él solo,  comentó: aunque un truhán muerto sigue siendo un truhán.
El reo y ex dictador Alberto Fujimori envió una carta -la séptima ya- al Presidente Ollanta Humala apremiándolo a hacer pública la decisión sobre su indulto humanitario, pues  afirman -ellos: los fujimoristas- que su penosa carcelería le produce una depresión con inclinaciones suicidas. Ahora presentan un video  a través de un programa del canal de Ivcher -no hay fecha del hecho- donde se ve al reo luego de ser intervenido quirúrgicamente; todo al estilo fujimorista: sin muchas precisiones.
Hasta donde sabemos las condiciones carcelarias de Fujimori no son las mismas  que padecen miles de peruanos presos por motivos mucho menores por los cuales él ha sido encarcelado. Tiene cuidados médicos más que básicos,  no se alimenta de ninguna paila,  no tiene que pagar por protección, recibe visitas a discreción  visitas al reo -hasta una de sus hijas se casó ahí-, no es un reo común, cierto, pero tampoco debería ser uno especial. Estas prerrogativas se iniciaron durante el gobierno Alanista y, a todas luces, aunque en su momento lo negaban, fujimoristas y Alanistas tuvieron un lascivo manoseo político bajo la mesa.
Es obvio que una vez más el fujimorismo intenta desenvainar la 'yuca': aquella “estrategia” de mentir para conseguir “su” objetivo, y, luego, pavonearse cínicamente. Lo que realmente los impulsa a esta presión es constatar la inopía política de su delfín Keíko Fujimori; además de lo inocuo que resulta su accionar mediático. Una vez libre el ex dictador funcionaría como una especie de acicate político -principalmente en el sector E, nivel socio económico que surgió durante su gobierno de honradez, tecnología y trabajo- que le ayudaría a retomar el poder.
¿Puede el  fujimorismo ofrecerle algo al país además de lo ya conocido por todos? ¿Es acaso una institución política con un ideario capaz de atraer y mover voluntades? El cinismo, la criollada, la prepotencia, el sabotaje y su mesianismo maleante han sido su base de acción política. Como dijera Gustavo Faverón: “el legado más grave del fujimorismo es haber vuelto  moral de todos la moral de ellos”.
Ni por asomo han dado muestra de arrepentimiento o un afán sincero de pedir perdón. Por el contrario siempre han buscado la manera de minimizar sus tropelías, justificarlas y dejar en el aire mil y un preguntas sin respuesta. Ese trastocado  mesianismo y, lumpen, además,  continúa siendo su  bandera.
No existe pues tal partido político -si acaso cascarones o membretes descartables: Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecino, Sí cumple, Perú 2000, Alianza para el futuro, Fuerza 2011 y ahora Fuerza Popular-, apenar una seudo organización alrededor de un caudillo cuasi imperial que se canta así misma mitos y leyendas jamás alcanzados; por lo tanto ya no tiene espacio en esta hora expectante de nuestro país hacia el futuro. Lo que hicieron y permitieron hacerle al Perú solo tiene un castigo único: el harakiri. “La verdadera generosidad, en relación al futuro, consiste en dárselo todo al presente”,  decía Albert Camus. Es hora pues de ser generosos y, con afilado ánimo, empujar contra la entraña de este organismo fascistoide con toda la fuerza de nuestra capacidad de indignación, que desfallezca, y que la historia se encargue de su decapitación. Sólo ahí nuestro país será libre.
Lo último del reo Fujimori











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