martes, 31 de diciembre de 2013

U2: 25 años del Rattle and Hum

"Cuando tienes 16 años crees que puedes conquistar el mundo, nosotros teníamos razón", Bono vox.

La única y esperada visita de U2 a Lima, un documental: Rattle and hum








     Hace ya un tiempo atrás, Mabela Martinez en su programa SONIDOS DEL MUNDO, entrevistó al director teatral Alberto Isola; él, con un aire reposado y esa voz grave, se abrió a la nostalgia al recordar como a los 17 años descubrió a un cantante que lo marcaría para siempre. Lo oí hablar de un modo entrañable y con una cálida devoción sobre el viejo saurio Leonard Cohen. Cuanta gratitud y cariño había en sus palabras, en el tono de su voz y en su mirada. Un afecto apacible y profundo por su música. Mientras lo escuchaba pensé: yo también quiero expresarme así sobre U2. Veámos pues:

     Aún recuerdo aquella tarde calurosa y de denso bochorno en la que una niña llegó a la academia pre, en la cual yo estudiaba, muy entusiasmada porque, según ella, la banda irlandesa U2 llegaría al Perú. Por un brevísimo instante mis sentidos se despabilaron, mas luego reparé en que los irlandeses acababan de asaltar el Olimpo Rockero con su álbum The Joshua Tree (1987), así que no presté ya más atención a lo que dijo y volví a sumergirme en el bochorno de ese verano de 1989. Pero unas semanas después me detuve, muy sorprendido, en una calle para ver un enorme cartel anunciando su "musical journey", Rattle and Hum, en un cine del centro:


     ¡Desconocía este trailer! Solo había visto el que aparece en el menú del DVD de la película. Al empezar la escritura de este post lo hallé de casualidad. Si el anterior, en su momento, me pareció bueno, este fue realmente conmovedor y sorprendente: muy buena edición, emotiva, con escenas que no aparecieron en el documental final y versiones que tampoco aparecieron en el álbum doble del mismo nombre. A estas alturas encontrarse con algo así es gratificante y no demoró en llevarme a mi iniciática devoción por su música, allá en los finales de los convulsivos 80's. Segundo trailer.


     Sí, fue tal la repercusión de este álbum ese año 1987, que los llevó a aparecer en la portada del Times, a ser mediáticos y solicitados, y, claro, recorrer todo los Estados Unidos con canciones compuestas en su homenaje. El Joshua tree tour filmado en blanco y negro y a colores, luego del montaje, se convirtió en una especie de road movie musical. Si el The Joshua Tree era un homenaje sonoro, el documental, entonces, fue el homenaje audiovisual, y la constatación fílmica de como el sonido y la voz de Bono Vox le habían tomado el pulso a una época y conquistado el alma de Norteamérica y el mundo.
     Algo curioso me ocurrió con ellos: Si bien el álbum apareció en marzo de 1987, para mí pasó casi totalmente desapercibido. Al parecer las baladas en español, el new wave, el rock en español, la nueva trova, tendieron una especie de velo sobre el nuevo sonido que prodigaban los irish boys. Solo a fines de ese año a punto de culminar 5 to de secundaria, de manera casual, oí un ruido: U2 y, como fondo, los acordes finales de With or without you. El verano siguiente empezó la fiebre interminable con New year's day, Sunday Bloody sunday y Party girl en versiones en vivo desde una radio (studio 92). De modo veloz se convirtieron en mis favoritas, las oía una y otra vez. La subyugante voz de Bono vox llegó para permanecer de manera indeleble en mi imaginario musical. Esa voz y aquellas canciones me empujaron a buscar más sobre ellos: Where the streets have no name y I'm still haven´t found what I'm looking for.


     Totalmente rendido ya ante su música y la voz de Bono vox, aún trascurrirían varios meses antes de conocerlos. Por alguna extraña razón cada vez que los oía imaginaba a los ZZ TOP, hasta que encontré una foto de ellos y realmente me cayeron bien, su imagen no contradecía su sonido. Eran una rara avis en medio del Pop, el glam rock y el new wave de finales de los ochentas. La pasión que ponía Bono vox al interpretar las canciones me impulsaron a descubrir sus letras. El diario La República empezó a publicar una vez a la semana artículos en los que se narraba los inicios de U2. Lo más preciado era las traducciones de canciones de The Joshua tree.



     En una época sin internet, sin You Tube, ni Google de pronto te encuentras con el Helter Skelter de the Beatles en una versión inspirada al inicio de la película documental, cuando el set list de la gira iniciaba con Where the streets have no name. Verlos en pantalla gigante, en blanco y negro, con el público atiborrando el auditorio del concierto a más no poder y aclamándolos, me hicieron confirmar que no era el único y que no me había equivocado de banda. Había pasado meses escuchando el álbum con gran pasión, un álbum que marcó un antes y un después en mis gustos musicales, un álbum que se convirtió en entrañable.


     Espléndida versión en vivo de un tema que en su versión de estudio era enigmática y de una energía caótica. Recuerda mucho aquellos inicios post punk de sus primeros discos. Además le rinden un homenaje a Van Morrison: Glory.


     Esta versión en vivo le rinde justo homenaje a la original de estudio: enérgica, vertiginosa; gran presencia de The Edge en la guitarra.


     Esta fue la primera canción que oí de ellos, aunque en su versión de estudio: la voz de Bono Vox es casi susurrante, la base rítmica de bajo y batería, más la guitarra, poco a poco van iniciando un increscendo mientras Bono empieza a darle más inflexión a su canto, entonces toda la energía contenida se desborda en un largo grito y toda la fuerza expresiva de la banda cobra nuevos bríos: batería, bajo y guitarra surgen al primer plano sonoro mientras la textura vocal de Bono se desgarra en un breve remanso hasta el lamento final.

     She's running to stand still, este tema en su versión de estudio, en su momento, fue todo un descubrimiento. La versión original muestra un angustiante lamento hacia el final que perturbaba mis noches de adolescente, la harmónica era el termino ideal. La versión del documental en cambio muestra una vuelta de tuerca, pues la nota en el piano se eleva y el registro pausado de la voz de Bono también de un modo conmovedor; es una fiesta sonora regocijante el trabajo de Mullen y Clayton en la batería y el bajo respectivamente.

     Where the streets have no name, apasionante versión en vivo cuyo original en estudio con sus vigorosos redobles de batería y golpes de platillos, un bajo vertiginoso e inspirador, una guitarra eléctrica con rasgueos entrecortados y nerviosos además de la voz Bono fervorosa y entregada para una interpretación  grupal que logró tocar una fibra intima y ya fue imposible escapar al sonido que entregaban.

    One tree hill, otro descubrimiento gratificante, si bien no apareció en el montaje final del documental, merece un punto aparte. Esta canción es una comprobación de su música comprometida al homenajear al músico chileno Víctor Jara muerto por la soldadesca pinochetista. La versión original de estudio ya era muy sentida y poética, esta, en concierto, lo re confirma. La voz de Bono vox transita todas las texturas de interpretación en este tema de despedida al amigo con la promesa del reencuentro más allá del tiempo.


    Esta versión en vivo, con una breve introducción de Bono sobre los irlandeses en USA, la cual ayuda entender el significado de la letra, es distinta a la ofrecida en el único álbum en vivo de la banda: Under a blood red sky. Un fuerte sentimiento irlandés inunda el recinto, mientras The Edge casi destroza las cuerdas de su guitarra en unos rasgueos vigorozos, Bono hace un alegato contra la violencia: ¡No more!

     Bullet the blue sky, inigualable versión en vivo con la famosa introducción de Jimmy Hendrix sobre el Himno americano interpretada por The Edge. La escena de Bono iluminando a The Edge en su solo de guitarra es una de las imágenes icónicas en la historia del rock, tanto así que se usó como foto para la portada del álbum doble Rattle and Hum.



Y esto no termina, luego de 16 albums los irlandeses amenazan con uno nuevo para este verano 2014, además de una gira para el 2015 en Latinoamérica en la cual se incluiría: ¡al Perú!


¡Lo último!

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Y... ¿Si fuera ella?

Sé bella y sé triste
Sí, bastó esta fotografía, una imagen suya que hallé al azar hace un año atrás, para que yo quedara, irredimiblemente, prendado. Había algo en su actitud doliente, en la forma de mantener los párpados rendidos ocultando casi las niñas de sus ojos, había algo en su rostro transido, en su mirada perdida y sin esperanza, en el ocaso de sus pupilas, en su largo y melancólico silencio que me impulsaron a buscar y saber más de ella: Gong Li. Entonces encontré otra imagen suya: sufrida, dura y egoísta a la vez, interpretaba a una malévola Geisha: Hatsumomo (Memorias de una Geisha), mujer atrapada en una tradición y en el estatus precario alcanzado que la alejan del verdadero amor y, en su amargura y resentimiento, quiere que su joven colega sufra lo mismo.


Si antes me encandiló su belleza impregnada de tristeza, ahora eran su sufrimiento y amargura las que terminaron por encauzar mi extraña y platónica devoción por ella. La primera imagen pertenece a la película Miami Vice que, por diversas circunstancias, nunca he visto, apenas breves escenas (ella baila una salsa con Colin Farrell). La segunda foto pertenece a la película: Memorias de una Geisha, la cual tampoco vi en el momento de su estreno, ni siquiera sabía que ella actuaba ahí. Pero al saberlo, por medio de un amigo, busqué el DVD y esperé con  creciente expectativa  su aparición.


Ahí estaba ella, mis ojos ansiosos no perdían ni un solo gesto suyo: ataviada en seda,  fría y engreída, miraba con desdén e ironía a la niña nueva en la casa de geishas. Hatsumomo era la geisha del momento, la más famosa y requerida. Pero, ajena a todo recato y nobleza, desde  su posición, altiva y orgullosa, le regala una frase ruin a la niña: "¡No toques mis cosas, tus manos huelen a pescado!" Hatsumomo guarda un secreto que, debido a su alto estatus, no puede vivir a totalidad. La plena convicción de su realidad la hiere intimamente. Es incapaz de renunciar a su privilegiado puesto, y, a la vez, es incapaz de vivir a la luz de todos su amor secreto.


La locura y el llanto la abruman cuando las amas de la casa de geishas descubren, alertadas por la niña, que tenía un amante; bajo la lluvia, algo más tarde, defenestrada por la niña hecha joven, la vi irse derrotada: sin amor, sin dinero, sin su fama. Entonces la película perdió interés para mí. El aire maldito que la envolvía no fue más. Hubiera querido seguirla bajo esa noche lluviosa y decirle:

¿Deseas que te amen?
Nunca pierdas, entonces,
el rumbo de tu corazón.
Sólo aquello que eres has de ser,
y aquello que simulas, jamás serás.
Así, en el mundo, tu modo sutil,
tu gracia, tu bellísimo ser,
serán objeto de elogio sin fin
y el Amor...un sencillo deber. (Poe)

He pasado meses buscando fotografías suyas y dedicándole poemas, procurando siempre que los versos se acerquen a describir la imagen, muchas de ellas son caracterizaciones para sus películas. Así, pues, un buen día descubrí algo que me remeció: ¡No la conozco de hoy! ¡La conocía desde hace 20 años! Ella era la muchacha sencilla y decidida que toma el valor de entregarse en concubinato a un adinerado hombre para salvar a su familia de la bancarrota. "Es el destino de toda mujer", dice ella resignada. Entonces recordé aquella película que vi en los primeros meses de universidad: Raise the Red Lanterm (Esposas y concubinas de Zhang Yimou, 1991).

Neruda, poema 2

Era ella la ingenua y voluntariosa joven de apenas 19 años en un pequeño mundo de mentiras, intrigas y siniestras obscuridades: Songlian. Recuerdo la amarga desazón que experimenté hacia el final de la película, lo cual ensombreció la  tierna fiesta de luces en tonalidades rojizas vertidas por las linternas al inicio; la calidez de las imágenes crepusculares que prodigaban las linternas en su casi ritual encendido al anochecer, se convirtieron en un blanco y frío aterrador en el epílogo: bajo el manto sereno e inmaculado de la nieve yacía la negra y tenebrosa locura.

Las promesas de un rostro

Himno a la belleza

La belleza por Baudelaire

La bella actriz china Gong Li...






jueves, 7 de noviembre de 2013

El siglo de un "pied noir": Albert Camus

Albert Camus y su look existencialista o el Humphrey Bogart de la literatura
En un viejo artículo del año 1962, Mario Vargas Llosa afirmaba que Albert Camus había sido uno de los príncipes rebeldes de la juventud francesa, pero que luego de su muerte (1960) pasó a ocupar el lastimoso puesto de un escritor oficial, desdeñado por el público y vigente sólo en los manuales escolares. Señala, también, lo curioso de la coincidencia entre la suerte del hombre y su obra (su prematura muerte) , pero al final concluye: "algún día resucitará el verdadero Camus, el prosista cuidadoso y cohibido ante el mundo que le tocó. Entonces se le leerá como se le debió leer siempre: como se lee a Flaubert o a Gide y no a Diderot o a Sartre"

"Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: 'Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias' Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer". Así empieza la novela El extranjero, con uno de los mejores inicios de la literatura contemporánea.
Para un adolescente de 16 años asomarse a la obra de Albert Camus puede ser reveladora, deslumbrante y algo oscura Camus contra Camu. Su personaje Meursault representaba para mí todo lo que un joven quiere vivir: disfrutar su libertad, de la naturaleza: el sol, el mar; experimentar el amor y no involucrarse en grandes problemas. Las descripciones que hace Camus sobre las ardientes playas argelinas y la inolvidable María Cardona con sus vestidos veraniegos, su cabello sobre el rostro, su piel árabe y su fácil sonrisa poblaron de modo perdurable mi juventud. Durante años sus vívidas imágenes me acompañaron aunque olvidara el nombre de la novela y el de su autor.
Pasarían largos 6 años para reencontrarme con esta espléndida historia y con mi platónico amor literario: ¡María! Alguien dijo que solo la literatura tiene el poder para alcanzar las profundidades del alma, algo de eso me ocurrió con Camus. Su prosa y ese "me es indiferente" que a cada momento pronuncia Meursault, me estimularon a buscar y saber más sobre él. Camus y Sartre


El extranjero es la mejor novela de Camus y una de las mejores de la literatura moderna. Aquella casi muletilla del extraño Meursault -un alter ego de Camus- respondía a la visión particular que tenía el autor ante la existencia: "quien permanece indiferente ante la vida ya no tiene gran cosa que perder, quien asume la pasividad y la resignación como normas vitales ya nunca será víctima de la desilusión". Solo una cosa saca de sus cabales a Meursault: la religión. Camus no se llamaba anticristiano "soy un pagano", decía; y eso se refleja en la novela: el sol, el mar, la contemplación de una calle, el cuerpo de María son la adoración de El extranjero pues le prodigan felicidad. Y entonces uno se pregunta: ¿cómo un hombre que es feliz arroja todo al abismo por un acto absurdo? el azar o las vueltas de la vida nos colocan muchas veces en situaciones extremas. Sin embargo, ya en prisión, Meursault no se siente tan desgraciado, en sus monólogos no se respiran amargura ni resentimiento: "a partir del instante en que aprendí a recordar ya no me aburría en absoluto" piensa. Aquí él toma plena conciencia de su situación y para él es un punto de partida, no el final.
Disfruté mucho la lectura de la primera parte, hacia la segunda, la historia se hace compleja y absurda: todo acusa al taciturno extraño, pero no tanto su crimen sino su actitud: su comportamiento ajeno a los convencionalismos sociales; por eso el título de la novela: el extranjero. Meursault no llora ante la muerte de su madre, bebe un café con leche, inicia una relación con María al día siguiente del entierro, va al cine a ver una película cómica con ella y, en repetidas veces, rechaza ver al cura. Ante los ojos del jurado y el juez y la gente, él es un monstruo. La maquinaria se hecha a andar al detectarse a un individuo peligroso que no asume las reglas de juego social: mentir, actuar, ser cínico. Su crimen, practicamente, queda en segundo plano. Albert Camus no convierte a su personaje en un ser heroíco o trágico frente a una sociedad malévola, solo es un ser enfrentado al absurdo y, este, con gran sentido común, decide caminar y atravesar ese camino sin dramatismos, ni odios, pero sí con una vaga ternura. La de aquel que sabe que ha vivido y ha sido feliz. Cuesta un poco creer que Camus tuviera 29 años cuando escribió esta novela (novela ensayo de estirpe existencialista) con tal profundidad y conocimiento de los avatares del hombre sumergido en la historia. Camus el primer hombre. Su novela La peste, su ensayo El mito de Sísifo, su drama Calígula y sus artículos periodísticos amplían los horizontes de su pensamiento. Esta novela no es una conclusión, es un punto de partida. Un "pied noir" caminó entre nosotros.

Cuán duro, cuán amargo es llegar a ser hombre.
El extranjero: audio



El extranjero: novela gráfica
Un pied noir para el nuevo siglo


miércoles, 23 de octubre de 2013

OCTUBRE: una tarde con papá.



Muchos años después frente a la casi aplastante blancura del techo, el náufrago extranjero había de recordar aquella tarde remota  en la que su padre lo llevó a ver una pelea de gallos.
Su  calle era entonces la primera de un extenso jirón cuyo irregular terreno se elevaba cuadra tras cuadra. Sí, el jirón Julio C. Tello era una rampa empinada y pedregosa. En el verano se volvía reseca y dura, ideal para abrir surcos y jugar a las bolitas o al trompo. Pero en otras ocasiones todo el ancho del jirón se convertía de un día para el otro en el cauce de aguas  turbulentas y apresuradas calle abajo. Los vecinos tenían que hacer peripecias para colocar largos tablones para intentar cruzar y alcanzar las bodegas que se hallaban en frente así como también evitar que el torrente madrugador e inesperado se metiera en sus casas.
Lo empinado del terreno no impedía, claro, que su calle fuera el escenario de todos los juegos infantiles del momento: desde el fútbol, pasando por la chapada, el matagente y las escondidas hasta el san miguel. Era la misma calle en la que un buen día recibió un pelotazo en la nariz y entre todos los chicos lo llevaron donde su abuela para que le detuviera la hemorragia, la misma en la que recibiera una pedrada en la cien y, nuevamente, su abuela cauterizara con ceniza la herida sangrante. La misma en la que, aunque rara vez, paseaba el terror enfundado en harapos: ¡la loca "Antuca"! La misma en la que el bravo perro de su abuela perdiera un ojo en una brutal pelea y quedara tuerto sin que eso hiciera menguar su fiereza. La misma en la que sostuviera una riña con un chico nuevo en el barrio y terminara empolvado luego del forcejeo en el suelo, pero con la satisfacción de haber sido más fuerte que el otro.
A mediados de año, en la temporada de vientos, el cielo color espliego se poblaba de multicolores cometas de todas las formas y tamaños. La suya era enorme, de 6 lados, con el símbolo pirata en el centro y su nombre...sentía una gran fascinación ante la tensión del pavilo entre sus dedos, y esta aumentaba cuando lograba enredar otra cometa y, roto el pavilo de aquella, la traía hacia su calle sintiéndose victorioso.
Frente a su casa vivía el "Papi", el mayor de los sabandijas del barrio, siempre llevaba una gorra verde olivo sobre la cabeza -alguna vez pudo ver que le faltaba cabello en varias zonas-, era de temer en los juegos pues siempre ganaba, ya había perdido muchas bolitas ante él una tarde. Pero su mayor atractivo era su hermana, ella era algunos años mayor que todos los chicuelos de la calle. Al pequeño extranjero le gustaba contemplarla por las tardes cuando la adolescente salía a hacer algún mandado. Su cabello largo y castaño que ella acomodaba con un breve y femenino movimiento de la cabeza, y su piel de nácar fulgurante, revelado por una breve falda y una blusa sin mangas, suscitaban en él una vaga fascinación pues no podía dejar de seguir con la mirada su grácil figura. Nunca se atrevió a preguntarle su nombre a nadie, mucho menos a ella.
Luego del almuerzo, en épocas de verano, solía contemplar también, desde la vereda de la calle, hacia abajo, en la lejanía, más allá de su calle, una amplia planicie en la cual podía ver dibujarse, en medio de la reverberación de la tarde: una avioneta. Todo parecía detenido en el tiempo y aplastado por el sopor y el resplandor del verano. Él esperaba ser testigo del preciso momento en que despegara mientras un rumor denso y cansado inundaba la atmósfera estival. Era un lamento lúgubre que cortaba la resplandeciente y ardorosa cortina veraniega.
Aquella calle -su mundo conocido-, apenas una cuadra, estaba limitada hacia abajo por una avenida circulada por ómnibus destartalados, autos vetustos y fugaces extraños. Hacia el lado opuesto, un interminable y bullicioso mercado formaban la frontera de su mundo. Jamás se aventuraba solo ni al sur ni al norte de su calle, todo eso era "el mar tenebroso". Solo en una ocasión se le ocurrió caminar solo hacia el mercado cuyos comerciantes ya terminaban su faena diaria. Lo que vio lo asaltó en pesadillas durante meses.
Así pues era extraño alejarse de su barrio. Pero una tarde su padre sin mayor aviso los llevó a él y a su hermana a un lugar distante más allá del "mar tenebroso". Había que caminar de prisa para no perderle el paso a su padre. Una vez llegados a un enorme local había que sortear al gentío mientras la música y los puestos de comida brindaban un ambiente festivo, pero al pequeño extranjero solo le importaba no perder de vista a su padre varios pasos más adelante. De pronto se detuvieron ante un circulo de tierra en medio del pavimento.
Sentado al borde del círculo duro y frío, con su padre y su hermanita, veía aburrido sin saber qué esperaban, el bullicio y jolgorio de un ambiente criollo: música, comida, bebidas y personas fumando. Solo ellos estaban sentados alrededor del círculo de tierra. Llegó un instante en que no solo se aburría mucho sino que se sentía molesto con su padre. Masticó su frustración pues con él no había lugar a niñerías. Permaneció en silencio impaciente y de vez en cuando miraba de soslayo a su alrededor pensando en regresar a su calle, a su casa con su madre.
Esos pensamientos lo distraían cuando, repentinamente, varias personas empezaron a aglutinarse alrededor del círculo de tierra. Un desconocido les pidió que se levantaran lo que le hizo sentirse abochornado. Ahí, de pie sobre el borde de cemento, vio entrar al círculo de tierra a dos tipos llevando cada uno un gallo. Luego todo transcurrió muy rápido: los gritos de la gente, la música, el bochorno del ambiente y los saltos de los gallos lo aturdieron un poco. Miraba la pelea ensimismado mientras un vago presentimiento iba minándolo aún más, algunas plumas flotaban en el aire. Los erizados y coloridos gallos se embestían una y otra vez en una danza saltarina feroz.
Uno de los gallos se quedó sentado con la cabeza muy erguida y el bullicio cesó. El ingenuo extranjero pensó: "se ha cansado el gallito". Un hombre ingresó al círculo de tierra y cargó al gallo que seguía envalentonado con las plumas crispadas. Otro hombre se dirigió hacia el otro gallo que continuaba sentado apaciblemente y con los ojos expresivos y vigilantes. Entonces el pequeño entendió lo que había sucedido: cuando aquel hombre alzó al gallo vio que una de las piernas estaba cortada a la altura de la articulación cerca al espolón y que este tenía atado algo metálico y filudo; notó el blanco del cartílago y solo unos ligamentos con un poco de piel sostenían el resto de la pata. La imagen terminó por angustiarlo. Con rapidez su padre los llevó de ahí sin decir palabra alguna. La pesadumbre había reemplazado al día festivo.

martes, 27 de agosto de 2013

Aquellos días...



Solo en ocasiones, cuando era urgente traer los rollos de tela, el señor Carlos Fuller (hijo de Chabuca Granda) me ordenaba acompañarlo en su moderna camioneta azul 4x4 hasta la remota tintorería donde los rollos de tela cruda eran teñidos de blanco para la confección de polos de exportación. Partíamos desde la zona industrial cerca al viejo coliseo Amauta hasta una distante callejuela de la avenida Argentina. Yo, como copiloto, iba cómodamente sentado, ufano y distendido como un gato, mientras mi jefe sintonizaba una radio. 
Eran los últimos meses -¡interminables!- de un añejo partido que decía se quedaría 60 años en el poder. Ahí, sentado, disfrutando a placer del equipo de sonido de la camioneta, arrullado por la canción, me hallaba dentro de una frágil burbuja, una burbuja que me mantenía alejado  no solo del frío invernal de la época sino también de muchas cosas que un chico de 18 años apenas intuye: el siempre volátil valor del inti, la escasez de alimentos y los paquetazos, el terrorismo y los apagones, y la corrupción pestilente de un gobierno que nos enrumbaba a la nada.
"Estar solo es la mejor manera de estar" canta en un momento de la canción la bella Eddie Brickell, así era. Mi jefe, el señor Carlos Fuller, jamás iniciaba, ni intentaba conversación. Era yo y la canción. Conocía ya la melodía pero la acústica de la camioneta realzaban el bajo y la voz de la cantante; no era la camioneta quien me llevaba sino la música de este quinteto The new bohemians: era consciente de cada acorde, de cada golpe de batería, de cada inflexión  de la voz de la cantante, en fin, de cada instrumento que, ahora, con la acústica propicia, se me revelaban y me hacían redescubrir la canción.
Lástima, el tema duraba apenas unos tres minutos, "todo es temporal de cualquier modo", pero los ecos de la misma perduraban durante el trayecto así como las sensaciones de bienestar que la canción había desovillado en mi. En otro pasaje de la canción dice: "es hora de tocar tierra"; el trayecto llegaba a su fin, muchos rollos de tela esperaban..."cuando las calles están húmedas los colores resbalan hasta el cielo".
Años después volví a ver al señor Fuller, lo vi volantear por el centro de Lima: pensaba lanzarse al congreso aquel año 2000. Me contó, siempre con ese aire irlandés rudo y amable, como el fujimorismo había destruido la industria textil, y la fábrica de confecciones en la cual laboré por primera vez ya no existía más.  No logró un escaño, pero seguro tuvo la satisfacción de ver desmoronarse ese andamiaje corrupto y mafioso creado por Fujimori y su banda de pillos...

Halalalalala !!!!

Letra de la canción: Circle





lunes, 24 de junio de 2013

El evasivo guerrillero Mayta !



     El primer libro con el que intenté acercarme a la obra de nuestro Nóbel Mario Vargas Llosa fue: Historia de Mayta (1984). Ocurrió en el colegio -año 1987-, en el curso de literatura; era una tarea grupal y para exponer. Yo, que ya me gustaba leer, asumí muy ufano el tema de hacer el resumen. A los 16 años uno está, a veces, mal acostumbrado a leer novelas con tramas lineales. Al emprender la lectura de esta novela sufrí, me torturé y hubo un momento en el que me sentí desesperado: ¡No entendía nada! Los personajes se me perdían, oía demasiadas voces, de pronto estaba en otro lugar, volvía a reencontrarlos, Mayta era casi omnipresente y evasivo a la vez. Al terminar la novela solo tenía fragmentos oscilantes en mi mente -además de una escena perturbadora- y debía terminar el resumen pues los demás integrantes  solo  leerían eso. Mi noción de responsabilidad fue puesta a prueba. Tengo recuerdos vagos de haber terminado el resumen, pero con sensaciones de remordimientos; no fue ideal iniciar la lectura de su obra con esa novela.
     Fernando Ampuero: sobre la ciudad y los perros. " Mario Vargas Llosa se lanzó a entrecruzar tiempos y espacios narrativos, al igual que puntos de vista que contrastaban y saltaban desde una tercera persona impersonal hasta las voces internas y externas de varios personajes. Planificó una urdimbre textual, de deliberada apariencia caótica, con un claro objetivo: capturar al lector, obligándolo a leer y esclarecer lo que iba sucediendo, y en un ritmo sincopado que no daba tregua. Vargas Llosa hizo que pasemos de una escena intensa a otra igualmente intensa, y de ahí a otra y otra hasta el final, descontanto el breve epílogo, único tramo apacible de esa lectura adictiva. Sus continuos flashbacks, flujos de conciencia y monólogos, y su empleo de la técnica de los datos escondidos y los vasos comunicantes (...) "
     Así es, no estaba lo suficientemente entrenado para acometer semejante empresa, casi pierdo mi gusto por la lectura. Durante días experimenté la sensación de una cierta pesadumbre, era muy introspectivo en aquella época y la idea de haber leído mal y haber hecho mal una tarea me produjo un desasosiego cuyo punto culminante fue ¡desaprobar el curso de literatura! La profesora, una mujercita pleitista y pretenciosa, a la que bautizamos como: Ña Catita, no quiso oír razón alguna, ni a mi madre que intentó abogar por mí. Al final del bimestre tuve un bochornoso e insultante 10 en la libreta. Un "rojo" notorio en medio de notas azules.

     Por años recordé ese episodio como una mancha en mi impoluta aventura de lector, aunque algo desordenado e inconstante. En la universidad leí a Kafka, Joyce, Faulkner, Proust, al mismo Vargas Llosa, y muchos artículos sobre Albert Camus escritos por él -su novela El extranjero la leí en aquella época del colegio y fue una aventura placentera e inolvidable-, su visión del existencialismo cundió en mí, su prosa, sus frases y María Cardona, su personaje femenino en el extranjero, marcó mi adolescencia.
    Había una cuenta pendiente que saldar: hace unos 6 años El Comercio lanzó una colección casi completa de la obra novelística de Mario Vargas Llosa, eran libros con buena tapa y buen papel. Pasé la mirada por la lista de novelas y sus fechas de aparición. Sí, ahí estaba, desafiante: ¡Historia de Mayta! Durante varias semanas esperé el reencuentro con mi viejo  mal amigo del colegio, lo esperé tranquilo, confiado y con la secreta certidumbre de redondear una buena faena luego de 20 años.
    Para mi la mejor hora para leer es después de las 10 de la noche y acostado. Es la hora en la que el bullicio y eso que llaman "contaminación sonora", como una marea invisible, se repliega, los sentidos emergen lúcidos en medio de la límpida noche y, lejana cualquier distracción, se crea un clima fraterno y único para la travesía literaria. En ese estado seguí las desventuras de Mayta noche tras noche, a veces hasta muy altas horas de la madrugada. Al final, o mejor dicho, mientras leía la novela, empezaron a desovillarse  muchas sensaciones, la más notoria fue la de un sentimiento agridulce por el otoñal guerrillero Mayta.
    Fue una lectura gratificante, hasta didáctica, por el uso de los recursos literarios en el montaje de esta novela. Ahora me espera: EL SUEÑO DEL CELTA, cortesía de un buen amigo y compañero Sanmarquino: Juan José Plasencia Vásquez, quien en medio de sus labores diplomáticas en España tuvo el tiempo de lograr un preciado autógrafo de nuestro Nóbel, ¡gracias jota!




martes, 18 de junio de 2013

Siguiendo a Tamakún

Donde el dolor desgarre
Donde el peligro amenace
Donde la miseria oprima
Allí estará Tamakún
el vengador errante

     Desde que vi la publicidad de la historieta por televisión -tendría unos 8 años- suscitó una inesperada inquietud en mí  por tenerla y no dejé de molestar a mi mamá para que me la comprara. Sentí una necesidad imperiosa por leerla  (no Batman, ni Superman, ni Spiderman), hasta que una noche ella llegó de trabajar y me la entregó. Con qué gusto y expectativa vi la carátula (solo la tapa era a colores, los cuadros y las viñetas eran en tono sepia). Para mí voltear la tapa de esa historieta fue como abrir un portal a otro tiempo, a otra realidad. La leí  con gran fascinación y a salto de mata mientras iba en un ómnibus esa misma noche: Sakiri el negro había dado muerte a su hermano el rey de Sarakardi, a la madre y a la novia de Tamakún; Roxana, la hermana pequeña, había sido secuestrada por las huestes del usurpador. Mientras el príncipe Tamakún regresaba de un viaje para hacer justicia, su tío Sakiri el negro implanta el terror en el reino, y aquel que se rebelara era lanzado a un oscuro pozo donde un enorme pulpo lo devoraba. Leí varias veces el primer número y siempre lo regresaba a su envoltura plástica con mucho cuidado.

     Mi mamá llegó a comprarme algunos números -hasta el N° 8 o 10-, luego, al ver que no terminaba la historia, dejó de hacerlo. Supongo que gastar 20 soles cada 15 días en una historieta infantil era algo oneroso. Pero a veces, los domingos, me daba mi propina y yo me iba al mercado a buscar al señor que alquilaba historietas: Superman, Tarzan, Turok, Archie y demás; las tenía colgadas en cuerdas sujetadas con ganchos de ropa, muchos se sentaban en bancas a leer con avidez sus revistas, pero yo me sentaba en unas escalinatas cerca a las historietas. Recuerdo que por fin después de muchas peripecias Tamakún logra encontrar a su tío Sakiri el negro, y en una lucha lo ve morir en una explosión. Pensé que la historia terminaba ahí cuando una mañana, al pasar por el mercado, noté que seguían apareciendo números. Mi inquietud se despertó nuevamente. Así empezó de nuevo el rito de alquilar la historieta cada domingo en el mercado para seguir las aventuras del príncipe Tamakún y sus amigos Zorka y Alí Yabor.

     Ahora la nueva aventura de Tamakún consistía en enfrentar a unas momias; uno de sus amigos, Zorka, también se había transformado en una momia. Aquí mis recuerdos se hacen vagos y con muchos claroscuros: veo a Tamakún luchando con la momia líder, en un momento el héroe está siendo estrangulado y la momia sintiéndose ya triunfante le gritaba frases hirientes al príncipe. Tamakún resistiendo las manos de tenazas de la momia, pensaba: "¡esa voz, dónde he escuchado, esa voz!". Las últimas viñetas que quedan en mi memoria son del príncipe Tamakún logrando arrancarle algunas vendas al rostro de la momia: ¡era su tío Sakiri el negro!
     Con los meses siguientes perdí de vista las aventuras de Tamakún, una dolencia al oído y una inyección mal puesta me tuvieron convaleciente semanas. Sin duda alguna estas historias de aventuras  exóticas fueron el inicio a mi gusto por la lectura. Solo ahora me entero que la colección completa constaba de 500 números, que sus inicios fueron en los años 40 como radionovela. Aún hoy algunas de mis tías que me visitaron en mi convalecencia me conocen como ¡Tamakún!, algo que me hace mucha gracia. La última imagen que guardo de esa historieta (ya bordeaba el número 150 en el mercado) es una feliz anécdota: durante un examen en el colegio -tercer grado-, respondí una pregunta y, en lugar de escribir Túpac Amaru II, puse: el príncipe Tamakún; y, mi hermana, que gustaba copiarme en los exámenes, había hecho lo mismo.

Así iniciaba la aventura del príncipe Tamakún.



lunes, 3 de junio de 2013

La única libertad posible



En una vieja entrevista Borges afirmaba que la letra de una milonga suya decía: “Nada como la muerte para adecentar a las personas”, se refería a su odiado Perón; luego, ácido como él solo,  comentó: aunque un truhán muerto sigue siendo un truhán.
El reo y ex dictador Alberto Fujimori envió una carta -la séptima ya- al Presidente Ollanta Humala apremiándolo a hacer pública la decisión sobre su indulto humanitario, pues  afirman -ellos: los fujimoristas- que su penosa carcelería le produce una depresión con inclinaciones suicidas. Ahora presentan un video  a través de un programa del canal de Ivcher -no hay fecha del hecho- donde se ve al reo luego de ser intervenido quirúrgicamente; todo al estilo fujimorista: sin muchas precisiones.
Hasta donde sabemos las condiciones carcelarias de Fujimori no son las mismas  que padecen miles de peruanos presos por motivos mucho menores por los cuales él ha sido encarcelado. Tiene cuidados médicos más que básicos,  no se alimenta de ninguna paila,  no tiene que pagar por protección, recibe visitas a discreción  visitas al reo -hasta una de sus hijas se casó ahí-, no es un reo común, cierto, pero tampoco debería ser uno especial. Estas prerrogativas se iniciaron durante el gobierno Alanista y, a todas luces, aunque en su momento lo negaban, fujimoristas y Alanistas tuvieron un lascivo manoseo político bajo la mesa.
Es obvio que una vez más el fujimorismo intenta desenvainar la 'yuca': aquella “estrategia” de mentir para conseguir “su” objetivo, y, luego, pavonearse cínicamente. Lo que realmente los impulsa a esta presión es constatar la inopía política de su delfín Keíko Fujimori; además de lo inocuo que resulta su accionar mediático. Una vez libre el ex dictador funcionaría como una especie de acicate político -principalmente en el sector E, nivel socio económico que surgió durante su gobierno de honradez, tecnología y trabajo- que le ayudaría a retomar el poder.
¿Puede el  fujimorismo ofrecerle algo al país además de lo ya conocido por todos? ¿Es acaso una institución política con un ideario capaz de atraer y mover voluntades? El cinismo, la criollada, la prepotencia, el sabotaje y su mesianismo maleante han sido su base de acción política. Como dijera Gustavo Faverón: “el legado más grave del fujimorismo es haber vuelto  moral de todos la moral de ellos”.
Ni por asomo han dado muestra de arrepentimiento o un afán sincero de pedir perdón. Por el contrario siempre han buscado la manera de minimizar sus tropelías, justificarlas y dejar en el aire mil y un preguntas sin respuesta. Ese trastocado  mesianismo y, lumpen, además,  continúa siendo su  bandera.
No existe pues tal partido político -si acaso cascarones o membretes descartables: Cambio 90, Nueva Mayoría, Vamos Vecino, Sí cumple, Perú 2000, Alianza para el futuro, Fuerza 2011 y ahora Fuerza Popular-, apenar una seudo organización alrededor de un caudillo cuasi imperial que se canta así misma mitos y leyendas jamás alcanzados; por lo tanto ya no tiene espacio en esta hora expectante de nuestro país hacia el futuro. Lo que hicieron y permitieron hacerle al Perú solo tiene un castigo único: el harakiri. “La verdadera generosidad, en relación al futuro, consiste en dárselo todo al presente”,  decía Albert Camus. Es hora pues de ser generosos y, con afilado ánimo, empujar contra la entraña de este organismo fascistoide con toda la fuerza de nuestra capacidad de indignación, que desfallezca, y que la historia se encargue de su decapitación. Sólo ahí nuestro país será libre.
Lo último del reo Fujimori











sábado, 1 de junio de 2013

LA QUINUA: el grano de oro de los incas

Primera Dama Nadine Heredia y campesinos productores en Palacio de Gobierno

Alrededor de 10 mil años de antigüedad tiene este precioso grano de oro, así denominado por los Incas. Ancestral, diverso, económico, nutritivo y curativo.

El origen de la quinua y su domesticación se pierden en la noche de los tiempos en la zona del altiplano -a orillas del lago Titicaca- que comparten Perú y Bolivia.  Según los cronistas: cada año el Inca, en una ceremonia especial, plantaba las primeras semillas de la temporada y durante el solsticio los sacerdotes llevando vasijas de oro llenas de granos se las ofrecían al Inti, el dios sol Incaico.
La quinua, considerada dentro de los diez mejores alimentos del planeta, es rica en hidratos de carbono. Se le denomina seudo cereal porque no pertenece a la familia de las gramíneas en que están los cereales ‘tradicionales’,  pero debido a su alto contenido de almidón 58 a 68%, su uso es el de un cereal, ideal para los celíacos, personas que no toleran el gluten; contiene fibra dietética por lo que funciona contra la obesidad, no forma grasas y ayuda a disminuir los niveles de colesterol,  triglicéridos y aumenta el colesterol bueno. Su valor calórico es mayor al de otros cereales y en harina alcanza las 350 calorías por cada 100 gramos, lo que constituye un alimento apropiado para épocas y zonas frías.




Por su alto valor proteico entre 16 y 23%, balance adecuado de aminoácidos esenciales (posee los 8 aminoácidos esenciales), alto contenido de lisina (80% más que otros cereales) que son necesarios para el crecimiento y reparación de tejidos, varias de las vitaminas del complejo B, sales minerales: magnesio, zinc, potasio, cobre, fósforo, hierro indispensables para el control de las funciones corporales humanas, posee un 90 % de ácidos grasos esenciales insaturados (oleico, linoleico y omega 3) que promueven un adecuado desarrollo neuronal;  convierten a la quinua en un alimento muy completo y de fácil digestión. Además de su facilidad de producción sin uso de fertilizantes y pesticidas, así como por la gran adaptación de condiciones agroclimáticas, constituye un producto alimenticio de fácil elección para los requerimientos de consumidores de productos sanos y nutritivos. Así como por sus potencialidades a nivel industrial (se pueden obtener subproductos de uso alimenticio, cosmético, farmacéutico, entre otros), es considerada como un “cultivo estratégico”.
La quinua es considerada ancestralmente como una planta medicinal por la mayor parte de los pueblos tradicionales andinos. Así, dentro de la gran variedad de quinuas (3000) se encuentran las quinuas de colores: La quinua negra “kollana”, la más proteica, también conocida por su nombre quechua: Chisiya mama (grano madre) la reina de las quinuas, contiene litio que es un regulador de la depresión dando un efecto tranquilizante y contra  el decaimiento y el estrés, posee lisina que estimula las células cerebrales, combate afecciones hepáticas, anginas, cistitis y por el contenido de antocianinas previene el cáncer, contiene Fito estrógenos lo cual es ideal contra la osteoporosis y la menopausia. También posee un buen nivel de compuestos fenólicos totales que indica tener buenas cualidades bio activas de alta capacidad antioxidante. Además de ser cicatrizante y antiinflamatorio.

existen más de 3000 variedades

 La organización de las naciones unidas para la Alimentación y la Agricultura FAO y la OMS califican a la quinua -el mejor alimento vegetal del mundo- como un alimento único por su valor nutricional capaz de sustituir notablemente a las proteínas de origen animal: un kilo de quinua posee igual cantidad de proteínas que un kilo de carne o kilo y medio de huevos o 4 litros de leche. El director general de la FAO, el brasileño José Graziano da Silva dice: “ lo que queremos como FAO es popularizar su uso como cereal porque es de una calidad nutricional excelente, que puede aportar mucho al consumo y afrontar el tema de la diversifación de cultivos que necesitamos y de recuperación de productos tradicionales indígenas”. La FAO ha nombrado a la primera dama del Perú: Nadine Heredia como embajadora especial para la quinua.

  Conscientes de su importancia, los países de la Comunidad Andina (CAN) están promoviendo la producción, industrialización y consumos sustentables de la Quinua, en el marco del Programa Andino de Seguridad y Soberanía Alimentaria y Nutricional. Dichos programas y proyectos son desarrollados en las zonas rurales pobres y zonas fronterizas de Colombia, Bolivia, Ecuador y Perú, tiene como beneficiarios primarios a pequeños productores, comunidades indígenas, asociaciones de mujeres, entre otros, con miras a que se constituyan en un medio para combatir el hambre y la desnutrición.

Cosecha de la Quinua en las alturas
La quinua es un alimento cuyo cultivo, transformación y comercialización representa una valiosa oportunidad para contribuir a mejorar las condiciones de vida de la población alto andina. La organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura FAO y la OMS consideran a la quinua un alimento indispensable para el futuro de la humanidad. La ONU (los 193 países miembros apoyaron con unanimidad la resolución)   declaró se celebre al año 2013 como el año internacional de la quinua con el lema: “Un futuro sembrado hace miles de años”, esta declaración constituye para el país una gran oportunidad para promover su desarrollo, fomentar el consumo de la quinua y con ello contribuir al desarrollo rural.
 Esta humilde semilla pasó de su lugar de origen, los andes sudamericanos, a formar parte de un proyecto espacial de la NASA. La NASA, en sus investigaciones, considera a la quinua como uno de los alimentos más efectivos para los astronautas, teniendo en cuenta que por sí sola puede servir para proveer una dieta balanceada. Es así que la QUINUA ha pasado a ser un cultivo CELLS: controlled ecological life support system. El concepto CELLS significa que se utilizará plantas para disolver el dióxido de carbono en la atmósfera y al mismo tiempo para generar oxígeno, agua para las tripulaciones espaciales de larga duración, quiere decir que la quinua posee propiedades incalculables para el medio ambiente.


         El hombre andino descubrió hace miles de años las grandes cualidades de su grano. Pacientemente la domesticó y la cultivó hasta hacerla parte importante de su dieta diaria e incluso la incluyó en rituales religiosos que atemorizaron a los conquistadores españoles, tal vez por esta adoración (o por la extrema resistencia y fuerza que mostraban los nativos) es que los conquistadores españoles la prohibieron. Por eso pasó al olvido. Como grano madre, la quinua  formaba parte de diversas ceremonias y rituales andinos, que fueron prohibidos por los europeos. Este fue el motivo por el que la quinua y la kiwicha fueron prohibidos, al considerarlos asociados a rituales paganos. 

La  quinua era pues un alimento sagrado para los Incas, que fue posteriormente relegada por otros cereales traídos por los colonizadores, como el trigo. Pero solo hace pocos años regresó al primer plano ante la necesidad de encontrar plantas que se adapten a todo tipo de climas, la búsqueda de nuevos alimentos y la investigación espacial. Al ser re descubierta por nutricionistas norteamericanos y europeos  por sus cualidades proteicas excepcionales ha ocasionado un auge en la demanda y por lo tanto en un boom para los productores. Hoy se exporta quinua a más de 29 países del mundo, y es apenas el comienzo.







lunes, 27 de mayo de 2013

Un caballero y su gato


     Antigua, típica y sencilla bodega de barrio, casi una copia de las muchas que llegué a conocer de niño, donde lo más delicioso que  uno podía pedir era: un pan calientito con jamonada y una inka kola. Era típico también, a veces, encontrar un inusual recepcionista, un indolente y poco voluntarioso anfitrión, camuflado sobre el mostrador: un gato.
     La vieja casa de mi tío abuelo Gerardo Santana se encontraba en los vericuetos del barrio La mar en la populosa la Victoria, apenas si llegué a ir un par de veces con mi madre. Tendría algo más de 10 años cuando fuimos a visitarlo un atardecer. Me sentía tontamente importante: ¡iría a la bodega de un pariente!
     La tarde era calurosa aún así que la bodega estaba vacía de clientes inoportunos. Mi tío mismo se encontraba casi aletargado  sentado tras el mostrador, pero al ver a mi madre se despabiló y alegre y caballeroso exclamó: ¡María Elena! Luego conversaron mientras yo -apenas si llegaba al borde del mostrador- paseaba la vista por todos los artículos de la bodega: sacos de maíz, arroz y menestras. Me alcanzaron un paquete de galletas y al hacerlo me acerqué al mostrador, entonces lo vi: un gato.
     Nunca había visto un gato semejante: acurrucado sobre el mostrador, al lado de una balanza, había pasado desapercibido para mí al entrar. Permanecía imperturbable con la pose majestuosa de la esfinge egipcia, con los ojos cerrados los cuales entreabría apenas y, con cierto desdén, por momentos. Mientras saboreaba mis galletas de soda -aquellas de un ligero sabor ahumado que ya no son más- lo contemplé con gran gusto: era enorme, robusto, con un tupido y corto pelaje  plomizo, bajo el cual se adivinaban sus pequeños músculos de felino depredador; tenía las patitas delanteras dobladas hacia sí. Era el soberano del mostrador, nada ni nadie rompían su soberbio dominio, y, en ningún momento, aunque se me cruzó la idea, estiré la mano para acariciar su casi irresistible pelambre. Parecía haber alcanzado el nirvana, su rostro redondo, achatado  y denso de ese pelambre cenizo invitaban a recorrerlo con los dedos. Pero él seguía impávido a mi fascinación infantil.
     Jamás volví a ver a aquel gato, pero si a mi tío:  A primera vista parecía un hombre rudo e inaccesible, pero ya luego su expresión corporal, su voz y su trato -con los años llegué a verlo otras veces en su otra casa- disipaban esa impresión. Era sencillo y discreto aún en su casa; pero su buena mano en la cocina: estofados de carne, olluquitos con charqui y sus guisos de bacalao redondeaban su fama familiar. Alguna vez llegué pidiendo auxilio a una de sus hijas por unos viles problemas de física: poleas, pesos, resistencias. Él se encontraba sentado en su mueble viendo la final de la Copa América entre Chile y Uruguay, y, mientras intentaba en vano comprender los crípticos problemas, deseaba estar sentado a su lado en esa fría tarde, ver juntos el partido y charlar como nunca pudimos hacerlo. Muchos años después me apadrinó en mi ceremonia de graduación de la universidad y luego, caballeroso y gentil, solía enviarme botellas de vino a mi casa. Esta foto (no es él, ni su bodega) removió estos recuerdos. Él falleció ya hace varios años. Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños (ese dicho no funciona aquí), aquel espléndido gato se llamaba: Sapiolo. Me cuentan que ese raro nombre se debía a que el minino no era tan calmado como creía sino que era:  ¡muy sapo!