lunes, 24 de junio de 2013

El evasivo guerrillero Mayta !



     El primer libro con el que intenté acercarme a la obra de nuestro Nóbel Mario Vargas Llosa fue: Historia de Mayta (1984). Ocurrió en el colegio -año 1987-, en el curso de literatura; era una tarea grupal y para exponer. Yo, que ya me gustaba leer, asumí muy ufano el tema de hacer el resumen. A los 16 años uno está, a veces, mal acostumbrado a leer novelas con tramas lineales. Al emprender la lectura de esta novela sufrí, me torturé y hubo un momento en el que me sentí desesperado: ¡No entendía nada! Los personajes se me perdían, oía demasiadas voces, de pronto estaba en otro lugar, volvía a reencontrarlos, Mayta era casi omnipresente y evasivo a la vez. Al terminar la novela solo tenía fragmentos oscilantes en mi mente -además de una escena perturbadora- y debía terminar el resumen pues los demás integrantes  solo  leerían eso. Mi noción de responsabilidad fue puesta a prueba. Tengo recuerdos vagos de haber terminado el resumen, pero con sensaciones de remordimientos; no fue ideal iniciar la lectura de su obra con esa novela.
     Fernando Ampuero: sobre la ciudad y los perros. " Mario Vargas Llosa se lanzó a entrecruzar tiempos y espacios narrativos, al igual que puntos de vista que contrastaban y saltaban desde una tercera persona impersonal hasta las voces internas y externas de varios personajes. Planificó una urdimbre textual, de deliberada apariencia caótica, con un claro objetivo: capturar al lector, obligándolo a leer y esclarecer lo que iba sucediendo, y en un ritmo sincopado que no daba tregua. Vargas Llosa hizo que pasemos de una escena intensa a otra igualmente intensa, y de ahí a otra y otra hasta el final, descontanto el breve epílogo, único tramo apacible de esa lectura adictiva. Sus continuos flashbacks, flujos de conciencia y monólogos, y su empleo de la técnica de los datos escondidos y los vasos comunicantes (...) "
     Así es, no estaba lo suficientemente entrenado para acometer semejante empresa, casi pierdo mi gusto por la lectura. Durante días experimenté la sensación de una cierta pesadumbre, era muy introspectivo en aquella época y la idea de haber leído mal y haber hecho mal una tarea me produjo un desasosiego cuyo punto culminante fue ¡desaprobar el curso de literatura! La profesora, una mujercita pleitista y pretenciosa, a la que bautizamos como: Ña Catita, no quiso oír razón alguna, ni a mi madre que intentó abogar por mí. Al final del bimestre tuve un bochornoso e insultante 10 en la libreta. Un "rojo" notorio en medio de notas azules.

     Por años recordé ese episodio como una mancha en mi impoluta aventura de lector, aunque algo desordenado e inconstante. En la universidad leí a Kafka, Joyce, Faulkner, Proust, al mismo Vargas Llosa, y muchos artículos sobre Albert Camus escritos por él -su novela El extranjero la leí en aquella época del colegio y fue una aventura placentera e inolvidable-, su visión del existencialismo cundió en mí, su prosa, sus frases y María Cardona, su personaje femenino en el extranjero, marcó mi adolescencia.
    Había una cuenta pendiente que saldar: hace unos 6 años El Comercio lanzó una colección casi completa de la obra novelística de Mario Vargas Llosa, eran libros con buena tapa y buen papel. Pasé la mirada por la lista de novelas y sus fechas de aparición. Sí, ahí estaba, desafiante: ¡Historia de Mayta! Durante varias semanas esperé el reencuentro con mi viejo  mal amigo del colegio, lo esperé tranquilo, confiado y con la secreta certidumbre de redondear una buena faena luego de 20 años.
    Para mi la mejor hora para leer es después de las 10 de la noche y acostado. Es la hora en la que el bullicio y eso que llaman "contaminación sonora", como una marea invisible, se repliega, los sentidos emergen lúcidos en medio de la límpida noche y, lejana cualquier distracción, se crea un clima fraterno y único para la travesía literaria. En ese estado seguí las desventuras de Mayta noche tras noche, a veces hasta muy altas horas de la madrugada. Al final, o mejor dicho, mientras leía la novela, empezaron a desovillarse  muchas sensaciones, la más notoria fue la de un sentimiento agridulce por el otoñal guerrillero Mayta.
    Fue una lectura gratificante, hasta didáctica, por el uso de los recursos literarios en el montaje de esta novela. Ahora me espera: EL SUEÑO DEL CELTA, cortesía de un buen amigo y compañero Sanmarquino: Juan José Plasencia Vásquez, quien en medio de sus labores diplomáticas en España tuvo el tiempo de lograr un preciado autógrafo de nuestro Nóbel, ¡gracias jota!




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