lunes, 11 de agosto de 2014

El diario de un lobo de la ciudad


 En 1864 un hombre fue a descubrir América y se encontró a si mismo

El-diario-caminar-del-soldado

Siempre somos nosotros mismos y, en menor medida, quienes nos rodean, los que dirigimos y tomamos un rumbo el cual creemos es el correcto, pero luego la vida nos hace descubrir otras cosas y viramos hacia otro destino casi sin percatarnos de ello. Como dijera un personaje de una película: "Hay una línea en el camino que cuando la cruzas es más fácil llegar al final que volver al principio"


El teniente del ejército federal John Dumbar, a punto de perder la pierna en plena guerra de secesión, se convierte en héroe, es condecorado, y sus superiores le preguntan: “¿A dónde quiere ser destacado?”, él responde sin titubeos: "Quiero conocer la frontera".
Al llegar al fuerte militar  -si, acaso, un esbozo de fuerte a medio construir-, en territorio indio, lo encuentra abandonado y en pésimas condiciones. Fiel a sus órdenes y con una encomiable actitud decide quedarse y hacer los arreglos posibles con la sola ayuda y compañía de su caballo "Cisco". Mientras, espera la llegada de tropas.

La-noche-en-la-pradera

La silenciosa vastedad de la pradera, las noches solitarias y estrelladas, la abrumadora naturaleza con sus ondulantes pastizales, colinas por doquier y milagrosos atardeceres, lo mueven a volcar en un diario sus impresiones. No ve búfalos, tampoco indios. Solo la presencia de un solitario lobo rompe su rutina al atardecer. Decide llamarlo : “Two socks” pues sus dos patas delanteras blancas semejan dos medias.


el-lobo-two-socks

Dumbar es otro lobo solitario en medio de la soledad del paisaje y de su puesto militar. Él es un tipo íntegro, en el fondo sabe que su presencia ahí no significa gran cosa, mientras allá en la “civilización” la guerra continúa. Decide patrullar los alrededores siempre con un semblante apacible, seguido a la distancia por la mirada curiosa de  Two socks.

John-Dumbar

La brisa de la pradera se ha llevado las voces ensordecedoras de la ciudad, de  la guerra y de su gente; y él pareciera despertar y oír mejor esa voz interior. Su espíritu se alista para lo que vendrá. Poco a poco vislumbra el triste destino de la guarnición y, al regreso de un patrullaje, descubre -Two socks los ve primero y lo alerta al huir- la presencia de indios en su puesto.

indios-cabalgando

Afortunadamente, y luego de algunos meses, logra entablar comunicación con ellos y, estos, al verlo una tarde juguetear con el lobo Two socks, deciden ponerle un nombre indio: “Danza con lobos”. Es entonces cuando él deja de ser John Dumbar y se sumerge totalmente en lo indio hasta el punto de ser considerado uno de ellos. Encuentra el amor en “Erguida con puño”, es considerado un amigo, un hermano por: “Viento en el pelo” y “Ave pateadora”, además,  logra por fin la confianza de “Two socks” quien come de su mano y ya lo mira y espera a la entrada de su puesto.

John-Dumbar-y-erguida-con-puño-juntos-a-diario

Los lobos son esquivos, viven en jaurías, poseen una vida social jerarquizada y son recelosos de los humanos. La aceptación de Two socks a la cercana presencia de Dumbar es un símbolo de la bienvenida del vasto mundo nuevo de la pradera al contemplativo y ermitaño lobo citadino.



Ahora, al ser uno de ellos, en su fuero interno teme por el destino de la tribu. Sabe que una vez culmine la guerra en su "civilización", América continuará su expansión y la vida de los suyos correrá peligro. Sin embargo, aún le falta la prueba definitiva para considerarse a plenitud un miembro más de los indios lakota aunque él no lo sabe: Enfrentar al hombre blanco.


Trailer: Dances with wolves

jueves, 10 de julio de 2014

Polifemo

"De un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero" Góngora.


Cíclope Polifemo camina

 Cíclopes hijos de Poseidón y la ninfa Toosa, forman parte de la mitología griega, descritos por Homero en la Odisea como gigantes de un solo ojo, de fuerza sobrenatural, indóciles y salvajes pastores que habitaban en la isla de Trinacria (posiblemente Sicilia)

Todo aquel que por la noche se va a la cama a dormir sin ninguna preocupación es un verdadero imbécil, escribió hace algunos años un psicoanalista cuyo nombre ya no recuerdo, y agregaba que los héroes de nuestro tiempo éramos cada uno de nosotros al tener que enfrentar todos los temores y vicisitudes del día a día en esta nuestra “próspera época”.

 Escila y Caribdis, probablemente, eran temores que los antiguos y supersticiosos marinos griegos sufrían ante hechos naturales pero inexplicables en su momento: tenebrosas corrientes marinas, mareas, salientes y escollos (el estrecho de Messina entre Italia y Sicilia) que se tragaban navíos y hombres; ululantes vientos (las sirenas quizás fueran inicialmente genios que guardaban el paso hacia las puertas de la muerte. Puertas que muy bien podrían estar emparentadas con el paso de Escila y Caribdis, al que las sirenas están próximas en los cantos homéricos o un símbolo de las tentaciones vanas) que enloquecían a los viajeros.

           Pero ¿Quien era Polifemo? (A Ciclopía se la identifica como tierra de volcanes y cada Cíclope es la representación alegórica de un volcán. A esa alegoría Homero, por labios de Ulises-Odiseo, da perfiles de drama histórico) ¿Sería acaso una poderosa incertidumbre que devoraba el ánimo y el espíritu de los compañeros de Ulises? ¿Un permanente y acosador pánico ante la precariedad y agonía de una prolongada situación? ¿El horror frente la certeza de, luego de tantas penurias y tantos años, no poder llegar a la patria añorado con los tuyos?

La angustia, la incertidumbre y el desaliento son emociones primarias, nos condenan, cual ojo de Cíclope, a carecer de perspectiva, intensidad y dimensión, realidad perceptiva, más que biológica. A este ser "primitivo", el Cíclope Polifemo, vence la inteligencia de Ulises-Odiseo, hombre cuya percepción binocular capta horizontes panorámicos, volúmenes y relaciones existenciales, es decir, no se deja aplastar, ni atrapar. Ante aquel, opone su ánimo, su astucia y arrastra con ello a sus compañeros.


Ulises ofrece vino a Polifemo


El neoliberalismo, aquel gigante globalizado para quien todos somos “Nadie”, aquel que en un inicio pareció prometer hospitalidad y bienestar y ahora devora nuestros recursos naturales, la fuerza y la expectativa de una vida mejor de millones de latinoamericanos quienes ven como se alejan cada vez más el acceso a salud y educación de calidad, alimentación y fuentes de trabajo y seguridad, tiene atrapados a millones bajo la ya endeble y vaga promesa de la prosperidad para todos. Como Polifemo, nos ha atrapado en la cueva de la historia. Lo único seguro es que continuará con esa hambre insaciable. 

          No cuesta mucho trabajo imaginar a Ulises Odiseo en esa larguísima noche en la profunda gruta del gigante y luego de alejado el monstruo, idear el mejor modo de librarse a si mismo y a los suyos del bestial destino que los amenaza. Su inteligencia y astucia ante la brutalidad "del monstruo de pensamientos impíos". No solo idea el QUE sino que también el CÓMO y con suma serenidad da  pasos decididos en su temeraria empresa.

Albert Camus afirmaba que un hombre puede estar inmerso en una vida absurda, pero que este debe actuar como si sus actos realmente fueran a contribuir a cambiar la realidad, allí radica la grandeza del ser humano. Ahí es cuando el espíritu humano se agiganta, y se nos revela capaz de trascender y asumir aquel reto heroico con valentía y serenidad. Se inicia -iniciamos todos-, pues, el viaje del héroe.

“Nadie” es mi nombre, miente al principio Ulises-Odiseo,  señor de artimañas, al cruel y taimado Polifemo, pero al final le revela su verdadera identidad al saberse vencedor: “Soy Ulises, hijo de Laertes, el saqueador de Troya, el hombre de Ítaca”. Revelémosle nuestro verdadero nombre a este gigante vil y seductor,  y enrumbemos, como Ulises, nuestra nave de brillante proa hacia el horizonte azul del inmenso Ponto.

La nace de Ulises al mar









miércoles, 21 de mayo de 2014

Mi odio al fútbol: un diario lamento.

"¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales". Eduardo Galeano.


Un homenaje al fútbol arte.


Sí, pues, cuando era pequeño ¡nunca me gustó el fútbol! Me recuerdo viendo como otros niños, en el jardín de infancia o en el parque, corrían atropelladamente lanzando puntapiés unos contra otros tras una pelota. Simplemente no me veía en medio de ese tumulto. Como decía Fontanarrosa: "Tengo dos problemas para jugar el fútbol. Uno es la pierna izquierda. El otro es la pierna derecha" ¡Bah! Luego, en la sala de mi abuelita, veía a todos expectantes frente al televisor observando los partidos del mundial Argentina 78, pero yo me aburría hasta el borde de la muerte, solo quería ver dibujos animados. No tenía otra que masticar mi mal humor. Lo más bochornoso ocurrió el día que una escuela jardín invitó al mío a jugar un partido de fútbol. Hasta allá fuimos una mañana fría y nublada. Yo, muy pudoroso, con un short azul enorme, camiseta y medias blancas a  las cuales estiraba todo lo posible para cubrir mis piernecitas. Esa fue una de las dos únicas ocasiones en que he vestido como deportista ¡en toda mi vida! Nunca me agradó ser el centro de atracción, pero ahí estaba yo en medio del patio inmenso rodeado de gente, vestido con lo que siempre he odiado: ¡un short!
Como era de esperar todos los pilluelos pugnaban por patear el balón, menos yo que, parado a un lado de la canchita, veía la peloteadera. Pero el destino siempre tiene preparado momentos impensados para aquel que no los espera. De pronto del tumulto pelotero sale un rebote y la enorme y vieja pelota de cuero con cocos viene dando botecitos a mis pies. Me hallé a tiro de contragolpe, con el corazón desbocado y las orejas encendidas. Por un brevísimo segundo me llené de pelota, sentía todos los ojos puestos en mí, oí aumentar el grito de los padres. Entonces vi el tumulto acercándose, miré hacia la gente y creí escuchar que gritaban: ¡Corre! ¡Corre! Corrí, pues. Yo era un Messi cruzando la cancha, un Ronaldihno sorteando piernas, un Ronaldo (el fenómeno) llevando pelota, un Romario colocando la redonda al segundo palo… ¡GOL! El fuego de la euforia estaba a punto de incendiarme cuando, al voltear, no percibí un ambiente festivo, ninguno de mis compañeritos me abrazaba como en la televisión. Me sentí confundido hasta que el árbitro me dio unas palmaditas en la cabeza y me dijo en tono bonachón algo como: “Debes correr hacia el otro lado”.

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Arthur Antunes Coimbra, Zico: "el Pelé blanco"
A mí empezó a gustarme el fútbol leyendo sobre él antes que verlo o jugarlo. Poco antes del mundial de España’ 82 llegó a mis manos una revista de actualidad dentro de la cual había un especial: La historia de los Mundiales. Fue una gran aventura de lector descubrir que el primer organizador de un Mundial y el primer campeón mundial de futbol fue Uruguay. A través del famoso cronista deportivo uruguayo Luis Alfredo Sciutto, “Diego Lucero”, leí sobre la mítica “garra charrúa”, el famoso “catenaccio italiano”, la tragedia del Maracanazo, Ferenc Puskas y su ballet magyar, el surgimiento de Pelé y Brasil con sus tres campeonatos mundiales, Johan Cruyff y la máquina naranja, Alemania y sus dos títulos mundiales conseguidos frente a dos de las tres más grandes selecciones de todos los tiempos: Hungría y Holanda; la Argentina de Menoti y su goleador-arquero "el matador" Mario Alberto Kempes, Cubillas y sus 10 goles mundialistas. Todo esto fue un genial preámbulo para el acontecimiento de la época: El Brasil de Telé Santana. Rapidamente quedó atrás la decepción por la eliminación de Perú al ver los goles, las jugadas y el fútbol alegre y festivo de esta notable selección Brasileña. Oscar Everardi, Junior, Tonihno Cerezo, Paulo Roberto Falcao, Sócrates, Eder, fueron nombres rutilantes que se quedaron grabados en mi memoria infantil. Y, por supuesto, Arthur Antunes Coimbra, el genial 10: Zico, “el Pelé blanco”. Brasil fue la primera selección a la que vi jugar y la primera que me enseñó lo que era el fútbol real.

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Recordada squadra azurra del 82, dirigida por Enzo Bearzot
Con la fascinación por el fútbol inoculada y mi fervorosa devoción por el Brasil de Zico y compañía en todo lo alto, llegó el 5 de julio de 1982 con el partido definitorio para el pase a las semifinales entre Brasil e Italia. En el transcurso de la mañana, en el colegio, un rumor llegó a mis oídos, pero me resistí a creerlo. No lo aceptaría (aún hoy) hasta verlo por la noche en las noticias. Una inquietud creciente se apoderó de mí, nadie pareció notar mi impaciencia mientras tristes pensamientos minaban mi ánimo. La noche llegó con las noticias deportivas: Paolo Rossi había anotado tres veces -su número 20 se hizo famoso-, los azurri aplicaron el famoso catenaccio, del que tanto había leído, y habían derrotado al fútbol arte de los cariocas. Verlos irse del campo de juego eliminados fue muy triste, el desencanto me duró días. Odié a Rossi y a la squadra azurra, no quería oír comentarios de alabanza hacia Italia, ni críticas a Brasil, todo fue una profunda desazón. Si ese Brasil hubiese contado con Romario como delantero habría llegado a la final. (hubiera sido de ensueño una final entre la Francia de Platini y el Brasil de Zico).

El-diario-esfuerzo-de-Paolo Rossi
"El bambino de oro": Paolo Rossi, un 20 goleador
Los mundiales no fueron lo mismo luego de España 82 y México 86, se dio paso a lo físico y a la férrea estrategia -reina el resultado y lo económico- dejando sin espacio a la inspiración y el arte, aunque cada cuatro años se renueva la expectativa por descubrir una gran selección y ver partidos memorables que se conviertan en míticos en la historia de los mundiales. Porque como afirmaba el flaco César Luis Menoti: “El fútbol es un hermoso pretexto para ser feliz”.

jueves, 8 de mayo de 2014

El diario transitar del buuus fantasma

antiguo y diario transporte público
Clásico  transporte público de los 70's y los 80's

Curiosa y reveladora fotografía de este viejo ómnibus de transporte público. No contrasta con  los recuerdos que aún guardo de él en mis días de estudiante universitario: siempre arrojando tenebrosas fumarolas, deambulando a diario entre las calles como un tétrico buque fantasma y siempre llevando consigo, cual personaje de Gabo, un ámbito propio: uno desdichado. No importaba la época del año, siempre lucía destartalado, con las lunas de las ventanillas traseras tiznadas de monóxido, mientras que el resto de lunas, impregnadas de smog, siempre lucían impenetrables a la vista. Sus motores traseros rugían como una bestia agonizante (su tubo de escape, a modo de chimenea a un lado de su parte trasera, emanaba una malsana y ennegrecida humareda), pero eran lo suficientemente enérgicos para empujar ese grisáceo armatoste hacia destinos que nunca conocí.
Sin duda viajé en este tipo de ómnibus siendo un niño -habían buses rojos, verdes, azules y negros-, aunque mis recuerdos son vagos. Al estar acompañado de mi madre y no tener, este, el aspecto mortecino y lastimoso de sus últimos años quizás hicieron que fueran un transporte público más para un infante como yo. Cuando reparé en él por primera vez luego de muchísimos años lo miré con algo de fascinación, pensé: “¿Dónde estuvo esto?”. Tuvieron un final lamentable, pues terminaron con dos o tres penosas y errantes unidades por algunas calles de la Lima de finales de los noventas e inicios del nuevo siglo.
De pronto me percataba de él justo en el momento que se detenía en una calle, abría sus puertas, con alguna brusquedad, -jamás vi subir ni bajar a nadie- y parecía invitar en vano a los transeúntes. Las personas en los paraderos ignoraban su miserable y hermética presencia, pero luego  cerraba sus puertas y partía dejando su venenoso rastro humeante en el aire y el apagado y lastimero gemido de sus motores. “El único lugar al que puede llevar un vehículo así es al cementerio”, pensaba. Simplemente era una aparición salida de aquella vieja serie de terror: “Un paso al más allá”.

El transitar diario del viejo ómnibus
"El submarino" o "la veintifumo"
Pero era, a pesar de su aspecto calamitoso y atemorizante, un transporte quijotesco -“el ómnibus de la tristísima figura”- y atento con las reglas de tránsito: hasta donde recuerdo se detenía en las esquinas ante los cambios de luz del semáforo, no tenía un claxon estrepitoso, ni un  vulgar cobrador colgado de la puerta. Nadie parecía advertir su pausado y sigiloso deslizar Sus puertas se abrían al detenerse y se cerraban antes de partir a su incierto destino. Todo en él semejaba a un caballero antiguo con un pasado atroz y, caído en desgracia, condenado a vagabundear por la vida sin siquiera recibir la misericordia de nadie.

El desfile diario de vetustos autobuses por Lima
Herméticos y sucios autobuses chimenea
Alguna vez tomé la decisión, al verlo doblar una esquina, y si tenía la oportunidad, de subir y deslizarme con él hacia esa ruta misteriosa.  Fue el verano del 2001 cuando lo vi detenerse en la avenida Brasil. Abrió sus puertas a solo unos pasos de mí. La tarde luminosa no lograba aplacar el lastimero aspecto del ómnibus. Sus puertas abiertas dejaron sentir su aliento, un embriagante olor a petróleo. Intenté ver al chofer a través de las grandes lunas, pero apenas pude vislumbrar una silueta siniestra al volante, de los pasajeros…ni hablar. Me mantuve expectante a la espera de que alguien subiera y luego lo haría yo. Pero nadie lo hizo, el ómnibus de la tristísima figura cerró sus puertas y partió con parsimonia. Su carcasa metálica y vibrante se deslizó a solo centímetros de mí.

Viejo ómnibus contaminando a diario la ciudad
Contaminante, ruidoso y viejo autobús limeño.
Aún se detuvo, por breves instantes, unos metros adelante. Luego apresuró sus ruidosos motores. Por entre las sucias rejillas traseras y por su chimenea, a modo de tubo de escape, vi las lúgubres humaredas escapando abundantemente. Como un buque derrotado se alejó hacia el horizonte veraniego de la Avenida Brasil. Yo permanecí de pie contemplándolo como el resignado Ben Joyce al navío “Duncan” en el  final del cuento de Julio Verne: Los hijos del Capitán Grant, para no volverlo  a ver nunca más.

Un homenaje: el viejo ómnibus chimenea es algo en el camino...




lunes, 3 de marzo de 2014

Hacia la tarde.

El aire en las calles de la  congestionada avenida Abancay, por momentos, caía en ráfagas densas y malolientes debido a la polución. El resoplo atronador de los motores de autos, ómnibus y sus bocinas,  más el tedioso bochorno del atardecer convertían,  a diario, ese rincón de Lima, en un lugar poco o nada saludable. La tarde empezaba lentamente a hacerse noche, entonces don Pancho arrió su toldito, de una ojeada calculó los magros intis del día, cubrió con un manto sus golosinas, empujó su carretilla y exclamó, juguetón: “Hijito, vámonos a la casita”. Mientras él y su pequeño bajaban por la larga avenida semejante a un profundo cañón entre los escarpados y grises edificios, algunos  faroles se encendieron con timidez.
Muchos transeúntes, apresurados, parecían dificultarles el paso. Eran más de lo habitual a las seis de la tarde. Padre e hijo iban contra la corriente,  el niño buscó el borde de la chompa de lana de su padre para sujetarse. Don Pancho notó inquietud en su hijo y le dijo: “Toma  estos caramelitos con sabor a naranja, hijo”. El niño los tomó y empezó a saborearlos. Pero al llegar al cruce con la avenida Nicolás de Piérola un gentío vociferante les cortó el paso. Decenas de empleados bancarios lanzaban consignas a voz en cuello contra la estatización de los bancos. Blandían carteles y banderolas con inscripciones de modo amenazante. Juanito se asustó y se apretujó entre su padre y la carretilla. La congestión vehicular y el tumulto terminaron por convertirles la tarde en una pesadilla. Don Pancho se puso en alerta y enrumbó su carretilla hacia otro camino. Las bocinas aullantes de los vehículos y los gritos de los empleados en la avenida recordaban el estruendo de un río surcando el cañón entre los sombríos y amenazantes edificios.
Padre e hijo prácticamente huyeron dejando atrás aquella multitud vociferante. Se internaron por callecitas apacibles y estrechas. Don Pancho empujaba su carretilla con mucha convicción, sabía ya hacia dónde dirigirse con su hijo. Bajaron por un largo y angosto jirón cuyos tenebrosos edificios a los lados parecían fauces a punto de cerrarse y engullirlos. Pero entonces Don Pancho hizo una pausa, compró un paquetito de calientes yuquitas fritas para su pequeño, dejó su carretilla estacionada y llevó a Juanito hacia unas escaleras de mármol en medio de unos frondosos y verdísimos poncianos cuyas ramas y hojas bailaban alegres con la brisa. El niño saboreaba las tiernas y sabrosas yuquitas cuando su padre lo detuvo en lo alto, y le dijo: “Mira Juanito, alza la vista”, el niño miró a su padre y luego levantó la vista al horizonte: la ciudad pareció abrir sus fauces. Juanito quedó extasiado por larguísimos segundos al ver ese vasto y silencioso mar color espliego del cielo de verano limeño. Las nubes semejaban remolinos de espuma creadas por olas extraordinarias en busca de una playa más allá de lo que Juanito podía imaginar. Los últimos rayos de sol doraban esos bordes espumosos a la vez que una marea rosácea y sutil impregnaba el profundo cielo, la inmensidad fulgurante de aquel remoto océano. Aún más allá, un mar incandescente esperaba  la inminente noche.
Don Pancho, de cuclillas, a su lado, contempló reconfortado la mirada fascinada de su pequeño hijo volcada al cielo.  Respiró profundamente mientras una tierna y breve sonrisa se le dibujaba en el rostro.

 
alt="el crepúsculo a diario"
Abancay con Nicolás de Piérola.

sábado, 22 de febrero de 2014

El diario del liberalismo en el Perú



“La política y la suerte de la raza humana están formadas por hombres sin ideas y sin grandeza. Aquellos  que tienen grandeza dentro de sí mismos no hacen la política” Albert Camus.

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Cuando los hermanos se encuentran.
Y pensar que todo comenzó así: El alanismo, con notorios y seductores bríos, había tomado la posta al aprismo. Alan inició su irresponsable enfrentamiento con la casta bancaria; aún tenía -pensó- embriagada a las muchedumbres con sus  gestos carismáticos y su verbo mesiánico, aún creía en convertirse en el gran líder latinoamericano ante el FMI, Alan García Pérez el pichón del verdadero líder natural del APRA Víctor Raúl Haya de la Torre, se rodeó de cortesanos a todo nivel. Fiel a sus inclinaciones francófilas, pensó: Soy el rey sol. Pero la realidad era otra y él nos hizo transitar a diario por ese purgatorio largo y sombrío, penoso e insufrible. Nos convirtió en perro muerteros y parias mundiales. La  desazón y la incertidumbre dieron paso al oportunismo de un ignoto personaje surgido del olvido que despotricaba de los partidos tradicionales.

 En medio de la barca que naufragaba el pichón tuvo la suficiente “lucidez” y los maquiavélicos arrestos, teniendo como botín al estado infestado de compañeros, de aceitar –a diario- la maquinaria agonizante contra la candidatura de Mario Vargas Llosa para apoyar la del advenedizo japonés y así evitar y entrampar cualquier posible investigación seria a su maloliente quinquenio.  García Pérez se fugó fungiendo de perseguido político hasta París llevándose a rastras su larga y pesada sombra de corrupto.

Aquí, entre nosotros, ¡oh desgracia la nuestra!, se adhirió al poder una lapa mafiosa con actitudes mesiánicas quienes trajeron consigo una versión trastocada del neo liberalismo. Cómo será de miserable nuestra política que muchos de los que acompañaron a Vargas Llosa en sus ideales neo liberales terminaron abrazando, con más fervor, la chamuchina de Honradez, Tecnología y Trabajo; una versión furibunda, oscura y grosera del neo liberalismo (Berlin -IsaiahBerlin-  es uno de los más importantes pensadores políticos de nuestro tiempo y uno de los pocos cuya obra deslinda con perfecta y sistemática coherencia el liberalismo recortado y sectario de quienes lo entienden como una exclusiva doctrina económica de defensa del mercado, de quienes, como él mismo, ven en él una doctrina en la que la tolerancia, la coexistencia política, los derechos humanos, el espíritu crítico, la cultura y la fiscalización del poder son tan importantes como la propiedad privada y la economía de mercado para estimular el progreso social.  Mario Vargas Llosa). 

Luego, todo es reciente y harto conocido, nuevamente la realidad se mostró tal cual: no éramos los tigres económicos de Latinoamérica, tampoco un país con futuro, seguíamos siendo un país primario exportador, dependiente de los cambiantes precios internacionales de nuestros no renovables recursos naturales. Otra vez estábamos a la deriva: la incertidumbre, la recesión, la corrupción pantagruélico, un diario espectáculo, nos tenían sitiados.

 El  mesías aquel fue elevado a los cielos japoneses, descendió al infierno y ahora su jauría clama por su regreso para continuar llevando su evangelio neoliberal. ¿Qué estaremos pagando? El pichón alanista nos sonríe de nuevo, dice sentirse tentado de “retomar la lucha”, “cabalgar a rocinante”, pues solo él es capaz  de ver lo que necesitan y piden los peruanos; la Puka Fujimori reclama ufana una reivindicación, y el sistema viene alineando sus fuerzas… ¡22 años bajo un régimen con una constitución espuria nacida de un golpe! Vivimos bajo un régimen fortalecido que ha criminalizado la protesta legítima de quienes no nos sentimos ciudadanos de segunda categoría, ni perros del hortelano y menos aún nos engañamos con los cantos del cambio responsable. Un sistema que intenta idiotizarnos, a diario, con una televisión saltimbanqui, escupidora de sangre. Una prensa con collar y que muestra los dientes ante cualquier intento de izquierda.

A siete años de celebrar el Bicentenario, cuando debiera ser un diario quehacer el dejar atrás algunas taras pertinaces en lo político, social y económico; aún continuamos sumergidos en la nimiedad, la crispación y en una sensación enfermiza de estancamiento. Se acercan las elecciones generales y, es una lástima, al parecer, nuevamente, votaremos en contra de alguien y el que “triunfe” continuará llevando las riendas del paraíso de la derecha y de los grupos de poder económico.



viernes, 21 de febrero de 2014

Un diario pesar: el fallo de La Haya

“He comprendido que hay dos verdades, una de las cuales jamás debe ser dicha” Albert Camus

alt="mapa del diario dilema maritimo chile y perú"
La esquiva riqueza marina

Ahora que ya todo está  consumado y  que  pueden verse las cosas desde otra perspectiva -la resignación-, una pregunta me asalta a diario: ¿Por qué la Corte internacional de “Justicia” de La Haya no se inclinó por la posición peruana? No porque fuera peruana debía decidirse por ella sino porque si su afán era ser “salomónica” (creo recordar que algunos temían esta posibilidad), la postura chilena, desde el punto de vista del sentido común, era egoísta, prepotente y abusiva. Si la proyección de las 200 millas de ambos mares se super ponían, la posición peruana, ante la corte, era la más elocuente, la más atendible y la más sensata.

alt="plano de un diario y largo litigio marino"
La noble posición peruana en la disputa marítima

         No nos engañemos ambos países perseguíamos las ingentes riquezas marinas, riquezas que Chile venía disfrutando con prepotencia durante décadas, riquezas que no perderá debido al “fallo adefesiero” de la Corte. Solo nos queda saborear a diario esta desazón, una sensación muy opuesta a lo que afirma el presidente Humala: “el fallo de la Corte es motivo de satisfacción para el Perú”. Esta  desazón  persiste cuando nos enteramos que, al parecer, Chile conocía ya el fallo antes que se pronunciara la Corte, un juez ad hoc francés contratado por el Perú votó siempre a favor de Chile, ahora ellos reclaman territorio cuando la Corte solo se expresó sobre límites marítimos, ahora debemos entendernos con ellos para la delimitación de las coordenadas marítimas, mantuvieron detenidos a pescadores peruanos  y exigían el pago de altísimas multas, aunque han sido liberados es incierto el destino de sus embarcaciones, y todo esto ante las “exigencias” deslizadas por ellos como la de cambiar nuestra constitución y firmar la Convención del mar para iniciar el proceso de implementación del fallo de la sentencia dada por  la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

alt="mapa marino de un diario debate"
Plano del polémico fallo de la Corte.

Todo esto es un ¡gran fracaso de nuestra clase política, del Estado, de “nuestra élite” social y económica…del Sistema! Lo más indignante es que ESTOS, sin bochorno alguno, afirman casi a diario que es un triunfo histórico. No obstante, ya todo está consumado y es tarde para cualquier cosa…Pero hay responsables, el país debe saberlo, la población tiene derecho a ser informada.

 La prensa oficial enmudece ante algunos aspectos del tema y sobredimensiona otros.  Gran parte de la opinión pública parece regocijarse a diario con la lectura final de un fallo inapelable  -yo escuché con expectativa, pero esta se fue desvaneciendo- , apenas un mínimo porcentaje lo contradice, es hora, pues, de empezar a cuestionarse: ¿Qué sucedió realmente en La Haya?

alt="un nuevo y diario problema, el triángulo terrestre"
El triángulo terrestre y su "costa seca"

sábado, 15 de febrero de 2014

Más que una canción


La canción marcaría el momento en que dejaba de ser niño para iniciar la pubertad y la pronta adolescencia en el horizonte... you can´t go on thinking nothing's wrong, canta el desaparecido Benjamin Orr, baterista de The Cars. Creo que, quizás, en mi fuero interno sabía que toda una época, muy pronto, iba a quedar atrás. Esto era más notorio en las noches, en la azotea: las luces de los postes, el trajinar de la gente en las calles y la refrescante brisa despertaban a diario una vaga ansiedad, una expectativa incierta, un casi incontenible afán por montar la brisa y sumergirme en la noche para conocer qué había más allá de la azotea, de las luces y de esos días que ya se iban para siempre.

Volví a escuchar esta buena canción Drive hace algunos años, un tema que no oía hacía muchísimo tiempo y que estaba sumergido, ya casi olvidado, en el sótano de mi memoria. Una noche, en mi cama, y en contra de mi costumbre, empecé a sintonizar radios. Buscaba alguna canción agradable para un buen dormir -se volvió un diario gusto-, una melodía que quizá me invitara a soñar. Pero apenas di con ella, los primeros acordes, al instante, empezaron a despertar algo en mí: una combinación rarísima de sensaciones. Rápidamente giré la perilla del sintonizador, prácticamente huí de ella. El tema removió algo en lo hondo de mi interior que procuré no surgiera a la superficie aunque no sabía exactamente qué. Sin embargo, esas sensaciones seguían bullendo instantes después. Entonces, volví a sintonizar la emisora para enfrentarme a la canción.

Así fue como ocurrió: recordé esos larguísimos veranos que aparentaban no finalizar nunca y que pasé rodeado de chicas siendo yo un pequeñín. Eran días y días interminables de cine, juegos incansables en calles tranquilas, historietas, dibujos animados, escapadas al río, la expectativa por ver pasar el tren, helados Jet Donofrio, las sabrosas tripitas fritas, muchas canciones new wave, la compañía de gatos a diario, juegos de carnaval, brisa nocturna y el cariño constante de mi madrina, sus hermanas y de toda su familia.

Hay un puñado de canciones más que, a diario, me llevan a esos lejanos años. Pero únicamente esta me despierta una rara y dulce melancolía. Who's gonna drive you home tonight, repite una y otra vez el cantante. Sí, esta canción me conduce a mi casa, mi segundo hogar del que, curiosamente, partía siempre triste, de noche y reprimiendo las lágrimas.
   
alt="el ocaso es una canción a diario"