jueves, 10 de julio de 2014

Polifemo

"De un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero" Góngora.


Cíclope Polifemo camina

 Cíclopes hijos de Poseidón y la ninfa Toosa, forman parte de la mitología griega, descritos por Homero en la Odisea como gigantes de un solo ojo, de fuerza sobrenatural, indóciles y salvajes pastores que habitaban en la isla de Trinacria (posiblemente Sicilia)

Todo aquel que por la noche se va a la cama a dormir sin ninguna preocupación es un verdadero imbécil, escribió hace algunos años un psicoanalista cuyo nombre ya no recuerdo, y agregaba que los héroes de nuestro tiempo éramos cada uno de nosotros al tener que enfrentar todos los temores y vicisitudes del día a día en esta nuestra “próspera época”.

 Escila y Caribdis, probablemente, eran temores que los antiguos y supersticiosos marinos griegos sufrían ante hechos naturales pero inexplicables en su momento: tenebrosas corrientes marinas, mareas, salientes y escollos (el estrecho de Messina entre Italia y Sicilia) que se tragaban navíos y hombres; ululantes vientos (las sirenas quizás fueran inicialmente genios que guardaban el paso hacia las puertas de la muerte. Puertas que muy bien podrían estar emparentadas con el paso de Escila y Caribdis, al que las sirenas están próximas en los cantos homéricos o un símbolo de las tentaciones vanas) que enloquecían a los viajeros.

           Pero ¿Quien era Polifemo? (A Ciclopía se la identifica como tierra de volcanes y cada Cíclope es la representación alegórica de un volcán. A esa alegoría Homero, por labios de Ulises-Odiseo, da perfiles de drama histórico) ¿Sería acaso una poderosa incertidumbre que devoraba el ánimo y el espíritu de los compañeros de Ulises? ¿Un permanente y acosador pánico ante la precariedad y agonía de una prolongada situación? ¿El horror frente la certeza de, luego de tantas penurias y tantos años, no poder llegar a la patria añorado con los tuyos?

La angustia, la incertidumbre y el desaliento son emociones primarias, nos condenan, cual ojo de Cíclope, a carecer de perspectiva, intensidad y dimensión, realidad perceptiva, más que biológica. A este ser "primitivo", el Cíclope Polifemo, vence la inteligencia de Ulises-Odiseo, hombre cuya percepción binocular capta horizontes panorámicos, volúmenes y relaciones existenciales, es decir, no se deja aplastar, ni atrapar. Ante aquel, opone su ánimo, su astucia y arrastra con ello a sus compañeros.


Ulises ofrece vino a Polifemo


El neoliberalismo, aquel gigante globalizado para quien todos somos “Nadie”, aquel que en un inicio pareció prometer hospitalidad y bienestar y ahora devora nuestros recursos naturales, la fuerza y la expectativa de una vida mejor de millones de latinoamericanos quienes ven como se alejan cada vez más el acceso a salud y educación de calidad, alimentación y fuentes de trabajo y seguridad, tiene atrapados a millones bajo la ya endeble y vaga promesa de la prosperidad para todos. Como Polifemo, nos ha atrapado en la cueva de la historia. Lo único seguro es que continuará con esa hambre insaciable. 

          No cuesta mucho trabajo imaginar a Ulises Odiseo en esa larguísima noche en la profunda gruta del gigante y luego de alejado el monstruo, idear el mejor modo de librarse a si mismo y a los suyos del bestial destino que los amenaza. Su inteligencia y astucia ante la brutalidad "del monstruo de pensamientos impíos". No solo idea el QUE sino que también el CÓMO y con suma serenidad da  pasos decididos en su temeraria empresa.

Albert Camus afirmaba que un hombre puede estar inmerso en una vida absurda, pero que este debe actuar como si sus actos realmente fueran a contribuir a cambiar la realidad, allí radica la grandeza del ser humano. Ahí es cuando el espíritu humano se agiganta, y se nos revela capaz de trascender y asumir aquel reto heroico con valentía y serenidad. Se inicia -iniciamos todos-, pues, el viaje del héroe.

“Nadie” es mi nombre, miente al principio Ulises-Odiseo,  señor de artimañas, al cruel y taimado Polifemo, pero al final le revela su verdadera identidad al saberse vencedor: “Soy Ulises, hijo de Laertes, el saqueador de Troya, el hombre de Ítaca”. Revelémosle nuestro verdadero nombre a este gigante vil y seductor,  y enrumbemos, como Ulises, nuestra nave de brillante proa hacia el horizonte azul del inmenso Ponto.

La nace de Ulises al mar