lunes, 29 de abril de 2013

Solo una voz


Mi madre Elena ya había hablado por teléfono con  aquella persona unos días antes: "es una mujer", me dijo. Pero no fue sino hasta que yo pude -mera casualidad- contestar el teléfono y hablar con ella cuando sentí que una alegre y refrescante voz detenía mis otros 4 sentidos. Al inicio su tono fue neutro, pero al saber que era yo quien le hablaba en un instante su voz se volvió una  delicada y cristalina cascada que empezó a surcar todos los recodos y vericuetos dentro de mí. Una absoluta desconocida trastornando con su jovial y entusiasta voz mi mañana de otoño limeño. 
Aunque rendido ya ante aquella voz subyugante y de casi ímpetu caribeño me atreví a preguntar: "¿quién y de dónde eres?" pero ella no se dio por entendida y sin mucho esfuerzo continuó hablándome con una seguridad y encanto que me cuesta trabajo recordar en otros,  hasta me sugería algunas cosas que quizás pudiera  yo querer, me sentí algo abrumado pero tuve los reflejos para disuadirla de lo que yo consideraba excesivo, apenas si soltó unos nombres (aunque sospecho que no sean realmente suyos): Ana María.
El día señalado y a la  hora exacta llegó otro perfecto extraño a mi casa, previas coordinaciones con la bella desconocida: la sombra de un auto se detuvo, tocaron mi puerta, mi madre abrió, un breve intercambio de palabras y el desconocido -no se tomó siquiera la molestia de conocerme- dio media vuelta y regresó al anonimato llevándose para siempre el secreto de la identidad de aquella mujer de voz vivaz. Mi madre Elena tenía en sus manos ¡El Aleph prometido! Gracias por siempre Anie !!!

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