martes, 9 de abril de 2013

El Centenario de un pied noir: Albert Camus

Escena de la novela gráfica basada en la novela de Albert Camus: El extranjero. Meursault se reencuentra con María Cardona y disfrutan del mar y el sol del verano.

     "Fuera de estas molestias no me sentía demasiado desgraciado. Una vez más todo el problema consistía en matar el tiempo. A partir del instante en que aprendí a recordar, concluí por no aburrirme en absoluto." Monologa el extraño Meursault en un pasaje de la espléndida novela: El extranjero. Releerla ahora en estas circunstancias me ha hecho sentir más identificado que nunca con mi novela favorita desde los 16 años. Mis recuerdos bullen aunque  desordenados. Algunos amigos me dicen en broma, espero, que hago "regresión". Lo cierto, claro está, es que nunca había tenido tanto tiempo disponible para pensar y reflexionar. Estos estimulan  los recuerdos y, como Meursault, no me aburro en demasía.
El narrador protagonista de esta novela de la corriente existencialista está encarcelado y su vida plena entregada a satisfacer su cuerpo y sus sentidos quedó lejos tras los barrotes. Su vida en realidad era frugal, Meursault es casi un santo laico: observar una calle, nadar en el mar, el cine, un cigarrillo, un café con leche, la piel de María son sus grandes placeres. Él no abriga desmesurados ideales, tampoco afanes místico-religiosos, esos temas lo ponen de malhumor. Como en aquella canción del argentino Piero, Meursault solo ve la vida de Orán pasar. Aquí en mi convalecencia me sucede lo mismo.
     En otro pasaje Meursault discurre: "...encontré uno por uno, surgidos de lo hondo de mi fatiga, todos los ruidos familiares de una ciudad que amaba y de cierta hora en la que ocurríame sentirme feliz...Sí, era la hora en la que, hace ya mucho tiempo, me sentía contento. Entonces me esperaba siempre un sueño ligero y sin pesadillas." Por las mañanas, de algún lugar cercano, me llega el zureo de una paloma; por las tardes, antes que anochezca, el graznido de alguna ave que no he logrado identificar. El canto de los gallos me recuerdan a los gallos que tuve hace varios años, a uno de ellos le pusieron mi nombre. La corneta del panadero me trae imágenes de gatos, gatos devoradores de pan. Sí, pequeños momentos del efecto Proust me asaltan.
     Solo espero que el día final de mi convalecencia, para sentirme más joroschó, me reciban con gritos de júbilo,y, ¿por qué no? espero ver a alguna María Cardona sonriéndome con toda el alma.

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