jueves, 8 de mayo de 2014

El diario transitar del buuus fantasma

antiguo y diario transporte público
Clásico  transporte público de los 70's y los 80's

Curiosa y reveladora fotografía de este viejo ómnibus de transporte público. No contrasta con  los recuerdos que aún guardo de él en mis días de estudiante universitario: siempre arrojando tenebrosas fumarolas, deambulando a diario entre las calles como un tétrico buque fantasma y siempre llevando consigo, cual personaje de Gabo, un ámbito propio: uno desdichado. No importaba la época del año, siempre lucía destartalado, con las lunas de las ventanillas traseras tiznadas de monóxido, mientras que el resto de lunas, impregnadas de smog, siempre lucían impenetrables a la vista. Sus motores traseros rugían como una bestia agonizante (su tubo de escape, a modo de chimenea a un lado de su parte trasera, emanaba una malsana y ennegrecida humareda), pero eran lo suficientemente enérgicos para empujar ese grisáceo armatoste hacia destinos que nunca conocí.
Sin duda viajé en este tipo de ómnibus siendo un niño -habían buses rojos, verdes, azules y negros-, aunque mis recuerdos son vagos. Al estar acompañado de mi madre y no tener, este, el aspecto mortecino y lastimoso de sus últimos años quizás hicieron que fueran un transporte público más para un infante como yo. Cuando reparé en él por primera vez luego de muchísimos años lo miré con algo de fascinación, pensé: “¿Dónde estuvo esto?”. Tuvieron un final lamentable, pues terminaron con dos o tres penosas y errantes unidades por algunas calles de la Lima de finales de los noventas e inicios del nuevo siglo.
De pronto me percataba de él justo en el momento que se detenía en una calle, abría sus puertas, con alguna brusquedad, -jamás vi subir ni bajar a nadie- y parecía invitar en vano a los transeúntes. Las personas en los paraderos ignoraban su miserable y hermética presencia, pero luego  cerraba sus puertas y partía dejando su venenoso rastro humeante en el aire y el apagado y lastimero gemido de sus motores. “El único lugar al que puede llevar un vehículo así es al cementerio”, pensaba. Simplemente era una aparición salida de aquella vieja serie de terror: “Un paso al más allá”.

El transitar diario del viejo ómnibus
"El submarino" o "la veintifumo"
Pero era, a pesar de su aspecto calamitoso y atemorizante, un transporte quijotesco -“el ómnibus de la tristísima figura”- y atento con las reglas de tránsito: hasta donde recuerdo se detenía en las esquinas ante los cambios de luz del semáforo, no tenía un claxon estrepitoso, ni un  vulgar cobrador colgado de la puerta. Nadie parecía advertir su pausado y sigiloso deslizar Sus puertas se abrían al detenerse y se cerraban antes de partir a su incierto destino. Todo en él semejaba a un caballero antiguo con un pasado atroz y, caído en desgracia, condenado a vagabundear por la vida sin siquiera recibir la misericordia de nadie.

El desfile diario de vetustos autobuses por Lima
Herméticos y sucios autobuses chimenea
Alguna vez tomé la decisión, al verlo doblar una esquina, y si tenía la oportunidad, de subir y deslizarme con él hacia esa ruta misteriosa.  Fue el verano del 2001 cuando lo vi detenerse en la avenida Brasil. Abrió sus puertas a solo unos pasos de mí. La tarde luminosa no lograba aplacar el lastimero aspecto del ómnibus. Sus puertas abiertas dejaron sentir su aliento, un embriagante olor a petróleo. Intenté ver al chofer a través de las grandes lunas, pero apenas pude vislumbrar una silueta siniestra al volante, de los pasajeros…ni hablar. Me mantuve expectante a la espera de que alguien subiera y luego lo haría yo. Pero nadie lo hizo, el ómnibus de la tristísima figura cerró sus puertas y partió con parsimonia. Su carcasa metálica y vibrante se deslizó a solo centímetros de mí.

Viejo ómnibus contaminando a diario la ciudad
Contaminante, ruidoso y viejo autobús limeño.
Aún se detuvo, por breves instantes, unos metros adelante. Luego apresuró sus ruidosos motores. Por entre las sucias rejillas traseras y por su chimenea, a modo de tubo de escape, vi las lúgubres humaredas escapando abundantemente. Como un buque derrotado se alejó hacia el horizonte veraniego de la Avenida Brasil. Yo permanecí de pie contemplándolo como el resignado Ben Joyce al navío “Duncan” en el  final del cuento de Julio Verne: Los hijos del Capitán Grant, para no volverlo  a ver nunca más.

Un homenaje: el viejo ómnibus chimenea es algo en el camino...




6 comentarios:

  1. José tu crónica me traslada a esos años en que yo también me sorprendía al ver esos autos, eran enormes y a la vez tan viejos, pero a diferencia tuya yo sí los usaba porque era el único que me lleva a la av sucre, donde el dr Omote desde San Marcos. Sabes, José, tu crónica me muestra cómo admiras algo que tal vez no sea digno de admirarse, pero esos omnibuses eran singulares y únicos y tú los has descrito a la perfección pese a nunca conociste esos destinos finales, pero pese a eso me gusta esta frase---en realidad hay muchas frases que me gustan--: “el ómnibus de la tristísima figura.....El único lugar al que puede llevar un vehículo así es al cementerio”. Felicitaciones querido amigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tuve algunas oportunidades de viajar en él, pero a último momento surgía una duda -o era el temor- de aventurarme en esos destinos. Ahora me arrepiento, aunque me dicen que aún hay alguno circulando por ahí..La imagen del video si fue una fortuna encontrarla.

      Eliminar
  2. No tengo la menor idea de lo que hablas, buses que abren sus puertas y a los que nadie sube y de los que nunca nadie baja, eso no ocurre ni en Macondo, pero me gustó tu ritmo para el relato. En la primera fotografía llegué a leer Rímac, Parada, Carretera Central, pero esos buses, no puedo creer que alguna vez recorrieran Lima.
    Kurt siempre grande, tienes buen gusto. Publica pronto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aseguro sin ninguna duda que las últimas veces que lo vi jamás noté que nadie subiera a ellos, por eso lo de fantasma, la impresión que tuve es que nadie parecía notar su presencia; y como canta Cobain: ese bus solo era algo en el camino.Saludos Princesa.

      Eliminar
  3. ¡Excelente descripción e interpretación! Recuerdo haber tomado ese bus cuando era niña. El humo que emanaba me provocaba tanta náusea que llegaron a pensar que estaba mal del hígado, pero no... ¿es que acaso nadie se percataba de ese olor petrolesco? Rosa G.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mis recuerdos viajando de niño en esta chimenea rodante están en penumbras, pero lo de la sensación de sueño no. Eran épocas en las que la toma de conciencia frente a la contaminación estaba aún lejos, lo del olor a petróleo era lo de menos -el interior era limpiado con eso- al interior del bus se fugaba monóxido, el cual no huele, pero puede adormilarte hasta siempre, peligroso eso la verdad, saludos RK

      Eliminar